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jueves, 31 de diciembre de 2009

ALESIA, novela histórica epistolar

Cárcel Mamertina, Roma 707 a.u.c. (47 a.d.C.)

A la divina Cleopatra Philopator Nea Thea, reina de Egipto:

Señora soy el Vercingetórix, ya sé que a primera vista mi apodo no os dice nada, menos aún os diría mi nombre. Soy el último caudillo de la Galia libre, preso en la cárcel Mamertina y aunque no lo creáis esta es la segunda carta que os intento hacer llegar. Por un error del mensajero, la anterior fue a parar a manos de vuestra noble hermana Arsínoe.

Me dicen que somos de edades similares, de ahí que sin ánimo de menosprecio hacia la reina de Egipto, divina hija de Isis, opte por prescindir de cualquier tratamiento, respecto a mí por supuesto. He sabido que los monarcas de Egipto, faraones he sabido que os llaman, gozan de tratamiento y consideración propia de dioses vivos, ante eso cualquier calificación o título humano carece de importancia o significado.

¿Qué puedo deciros para que no os hagáis de menos al leer mi súplica?, tan solo que mis orígenes son nobles en el mas humano de los sentidos.

Os ruego tengáis a bien atenderme y no arrojéis la presente sin haberla leído, al menos. Tan solo con eso me daré por satisfecho.

Debido a mi juventud, quizás he pecado de... he sido utilizado por los míos y no quisiera que, fruto de mi inexperiencia, mis intenciones se vieran tergiversadas causando un perjuicio a César, quien, aunque lo tengo por enemigo, que no rival, es en el honorable campo de batalla donde los hombres dirimen sus diferencias y no en contubernios de salón.

Como te supongo mas versada en el mundo de la política, ¡detestable terreno a fe mía!, te ruego me expliques cual es la situación aquí, pues siempre he creído a César rey de Roma, carezco de una clara idea acerca del poder del Senado. ¿Quienes son esos Optimates?, los imagino como la felona Asamblea de Nobles galos, reunidos en Bribacte, que me vendió a César.

Antes de avanzar en mi solicitud de ayuda deseo saber si esta ha llegado a tus manos y si tu disposición es favorable, divina Cleopatra, sin que dicha disposición suponga menoscabo alguno de tus prerrogativas.

No me despediré sin antes felicitarte por tu reciente maternidad, imploro a los dioses que veas crecer con salud y fortuna a tu hijo Cesarión.

Vercingetórix.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

ALESIA, novela histórica epistolar

Roma, 707 a.u.c. (47 a.d.C.)

Señor Vercingetórix:

Recibo la vuestra con pena y consternación. Pena por vuestra situación de prisión similar a la mía y consternación pues sin duda me habéis confundido con esa perra que afirma ser mi hermana: Cleopatra. Pues de sobras es conocida la bastardía de su nacimiento.

Yo soy Arsínoe IV, la legítima reina de Egipto según la voluntad de mi padre Tolomeo XII, mas conocido como Auletes, por su afición a tocar la flauta, y así consta en el testamento custodiado por el Senado de Roma y que ese usurpador calvo ha tergiversado en su propio provecho y beneficio, con la complicidad de la citada perra quien no dudó en asesinar, al único romano de autentica valía, el noble Pompeyo.

Si de la voluntad de los dioses se deriva la victoria del Senado en la actual guerra civil en que se halla sumida Roma, veréis mis derechos reconocidos.

Derrotada a causa de las maquinaciones traidoras, de mi bastarda hermana en la guerra de Alejandría, me hallo presa a la espera de ser asesinada, que no ajusticiada a menos que la traición y la felonía sean hoy consideradas... Disculpad mi vehemencia, pero me hierve la sangre ante la sola mención de esa sierpe a la que todos adoran: Cleopatra. Sin que a nadie importe los medios de que se ha valido para alzarse a tan corrupta peana.

En Roma, los aduladores del dictador calvo, dicen de ella que "es impulsiva, caprichosa, ingenua, espontánea, apasionada, diplomática y constante, una sirena del Nilo". Yo os aseguro que es impulsiva por alocada; caprichosa por insegura; ingenua solo en apariencia; espontánea por insolente; apasionada, virtud de meretriz; diplomática por taimada y constante por terca, una culebra de fango del Nilo.

Es la mencionada ramera la que, entregada al invasor romano como si parte del botín fuese, ha engendrado ese bastardo al que llaman Cesarión, aunque ni el presunto padre lo haya reconocido como hijo propio.

En vuestra misiva no presentáis demanda alguna que yo pueda satisfacer, no obstante en nada puede beneficiaros la relación conmigo, hoy la estrella de Cleopatra brilla en el firmamento romano con la intensidad de la prostituta de moda en el burdel de lujo mas soez que hayan contemplado los días.

Ignoro que favor pretendéis obtener, aunque nada conseguiréis de quien todo lo ansía para sí, a menos que contéis con algo valioso para ofrecer a cambio.

Yo por mi parte os incito a la fuga, ¡escapad!, César se halla en África en su loco afán por extinguir la sombra de Pompeyo, persigue a los hijos de su yerno sin importarle las fatigas ni la sangre ajena a derramar, regresad a la Galia y yo desde Éfeso os haré llegar el oro necesario para poner en pie de guerra un ejército de cien mil hombres.

Es tan grande el temor de Roma por los galos que Catón, exigió que el Senado entregase a César a los bárbaros tras la matanza de usipetes y tencteros para aplacar así la ira celta. El recuerdo de Breno y su hazaña está presente en el ánimo romano. ¿Acaso no os agradaría emular a vuestro antepasado Breno y arrasar la hez de Roma?

Señor Vercingetórix, cuidaos de los enemigos de César, pero mucho mas de sus amigos en ellos hallaréis la traición.

Arsínoe IV, legítima reina de Egipto.

domingo, 20 de diciembre de 2009

ALESIA, novela histórica epistolar

Cárcel Mamertina, Roma 707 a.u.c (47 a.d.C)

A la divina reina de Egipto:

Oso dirigirme a ti, excelsa encarnación de Isis, como hijo del noble Celtilo, quien pudo ser, de no mediar la mano asesina de su propio hermano, rey y aunque no pretendo en modo alguno comparar, ni siquiera remotamente, mis terrenales raíces con tu divina estirpe, otórgame graciosa licencia para implorar tu ayuda.

Mi nombre carece de importancia, todos, amigos y enemigos me conocen como Vercingetórix, los romanos lo traducen como: "el rey supremo que combate al enemigo", o bien como "jefe de cien jefes".

La alteza de mi padre no aporta el menor grado de realeza a mi sangre pero eso tampoco menoscaba mi autoridad entre los míos.

Mi padre si hubiera sido un gran rey, pero la codicia de unos pocos le hizo asesinar. Al igual que yo mismo, él, intentó oponerse a las prerrogativas de un puñado de nobles avariciosos, protegidos y aupados al poder por Roma, y cuando los denomino "nobles" no me refiero a su talla moral, sino a su propia presunción de inmejorable linaje.

En los tiempos que corren, el pueblo extraña una mano firme y decidida, una testa coronada. El legendario Bituito fue el último rey de los arvernos. Combatió a Roma mezcladas sus huestes con los vecinos alóbroges y a punto estuvieron de expulsarlos de nuestras tierras. El cónsul Domicio invito al rey a unas conversaciones de paz, a las que acudió Bituito cegado por su propia nobleza. El traidor romano le encadenó y aunque el Senado desaprobó la felonía, en vez de liberarle, lo mandó a morir de hambre a la fortaleza de Alba.

Unos pocos años después, para borrar la memoria del último rey, la última rebelión y como muestra del poder opresor de Roma, construyeron la vía que une la Italia con la Hispania y la llamaron Domicia en honor y recuerdo del traidor.

En realidad soy el último caudillo de los galos libres. Y mas que hablarte de mí sea mas conveniente explicarte como es mi gente... Pero todo a su debido tiempo...

Oso escribirte desde la lóbrega mazmorra en la que me hallo preso, en la cárcel Mamertina, apenas un agujero excavado en la roca viva, y suplico de tu benevolencia no rasgues ni arrojes esta carta hasta haberla leído. Favor que espero recibir de tan excelsa persona. Pues no es de la derrota de un hombre de lo que deseo hablarte, no, ni siquiera aunque ese hombre represente a una raza en extinción, la de los hombres libres, si, pues aunque hoy tu reino goce del estatuto de "Estado Asociado", me han dicho, Roma no tardará en esclavizar a Egipto, como lo ha hecho con las Galias y antes con cuantos pueblos y civilizaciones han sido apetecidos por la codicia de sus mercaderes. Para Roma tan solo existen súbditos y pueblos a los que explotar, su voracidad no conoce parangón...

Por mi rebeldía, por defender la libertad de los míos me hallo condenado a muerte.

La perdida de la libertad conlleva la perdida de las costumbres propias, el vencedor impone su cultura, sus dioses, su forma de entender la vida...

No temo la muerte, todo final no es mas que un principio. La muerte solo es un cambio y no imploro por mi vida, esta vida, lo hago por mi honor. Una muerte honorable alentará a mi alma a instalarse en un cuerpo digno de servir a mi pueblo. ¿Qué menos para un rival vencido en abierto y leal combate que una muerte con honor?

Ambos somos de semejante edad y me anima a escribirte las varias circunstancias que en común parecen darse entre nosotros. Por cierto no quiero avanzar mas cuestiones sin felicitarte por tu reciente maternidad. Te expreso los mejores deseos y pido a los dioses te sean propicios y permitan crecer con salud a tu hijo. Tal nacimiento habrá colmado de orgullo, me dicen que lo anhelaba desde antiguo, a su padre Cayo Julio César.

No me creas presuntuoso, hoy privado de libertad y quizás en breve de la vida, por atribuirme común circunstancia con quien hoy goza de los favores del dueño del Mundo, aunque estoy seguro que es él, quien disfruta de placeres reservados a los mismos dioses.

Tú, divina reina de Egipto, has debido luchar por el trono de tu país contra tus propios hermanos, yo tuve que hacerlo contra mi tío, culpable de la muerte de mi padre y de mí mismo de no huir furtivamente. Como ya dije me considero el último caudillo de los galos libres, pues tras la rendición, si rendí mis armas a César, acepto la humillación que supone tal... Bueno mas adelante tendré ocasión de explicar las circunstancias. La cuestión es que tras la batalla de Alesia, la Galia no es lo que fue y ya no lo será jamás.

Del mismo modo opino que tú eres la última reina de la dinastía tolemaica, debido al enamoramiento y tu juventud quizás no comprendes aún la avidez de Roma por dominar todo el mundo conocido.

Como ya he mencionado me hallo preso, como resultado del adverso devenir de la que todos conocen como Guerra de las Galias y yo calificaría como de "conquista" de las Galias, en la cual César se cubrió de gloria y yo de ignominia,

Se ha dicho que un alzamiento de las tribus galas contra la "autoridad" de Roma fue el inicio de la rebelión, ¿pero qué autoridad es esa?, quien otorga esa prerrogativa frente a hombres libres? No te voy a hablar de "lo que se ha dicho", pues eso ya lo conoces y carece de interés.

Te dije que iba a presentarte a mi gente como medio de darme a conocer y mejor manera que atiendas mi suplica, si pues eso es en definitiva esta misiva y esa su finalidad última: suplicarte ayuda. Y pienso que la manera de ser atendido es que conozcas al suplicante.

Pertenezco a la noble raza de los arvernos, el pueblo mas numeroso, rico, influyente e importante de la Galia y Auvernia es nuestra tierra. Nada que ver con tu reino, el árido Egipto, supeditado a la crecida de un río. En mi patria gozamos de muchos ríos, no pocos lagos. Tierra de montes bajos de cimas redondeadas y suaves mesetas, cubierta de fértiles huertas, hermosos robledales y hayedos. En sus landas pastan numerosas reses.

Gergovia su capital, inexpugnable, el mismo César debió levantar el sitio y abandonar su asedio no sin dejar sobre el terreno los cadáveres de sus mejores hombres .

De ella salí huyendo de la felonía homicida de mi tío Gobannicio. Reuní un grupo de partidarios y con ayuda de los druidas me erigí en líder de mi pueblo. Los druidas, debería hablarte de ellos pues son el alma de mi pueblo, aunque me han dicho que en tu nación la clase sacerdotal goza de grandes privilegios... y mas que darte a conocer tan respetable casta, mi intención es mostrarte mi legítima llegada al poder. No soy un sobrevenido, ni un advenedizo, como alguno ha pretendido en los áridos días de la derrota...

Pero debo concluir aquí mi relato, que no sea atendida mi demanda por lo farragoso de su exposición. Quedo a la espera de tu amable consideración y respuesta, no sin reiterar de nuevo mis felicitaciones y mejores deseos.

Vercingetórix, jefe ungido de los galos libres.

jueves, 17 de diciembre de 2009

ALESIA, novela histórica epistolar

En ALESIA, la relación entre los personajes y sus acciones viene dada por una compleja relación epistolar. El protagonista Marco, un chaval al que el padre arranca de los brazos de la madre para castigarla por su infidelidad, crece como persona detestando los oficios manuales en los que destaca su padre.

La Galia 701 a.u.c (53 a.d.C)

Mi muy querida y añorada madre:

Te escribo desde el campamento al que me ha arrastrado padre en el confín de la Galia. El viaje ha sido largo y aburrido aunque no hemos pasado calor.

Aquí todo es... no sé cómo explicártelo. Esto es un campamento militar, y nada de lo que te pueda contar creo que te vaya a interesar.

Los soldados están ociosos todo el día, cazan, comen, duermen, aguardan la llegada del invierno y visitan con frecuencia un campamento de civiles instalado fuera de la empalizada, donde una cantina con varias mujeres parecen acoger y aliviar su soledad.

He visto algunos galos, esos bárbaros parecen fuertes y rudos de aspecto, cubren sus piernas con unos "pantalones" los llaman, prenda popular y de uso frecuente entre la mayoría de los legionarios. Una túnica con mangas, una manta de lana sobre los hombros y ahora con la llegada del frío se cubren con una capa de pieles, los que pueden. Las mujeres lucen una túnica larga, que dejan caer en suaves pliegues, ajustada por un cinturón colocado debajo del pecho y como abrigo una manta cuadrada de lana gruesa fijada sobre uno de los hombros con un broche. El valor de ese broche distingue a las ricas de las pobres, como en todas partes, unas lo llevan de latón y otras de oro o plata. Aunque bárbaros, tanto hombres como mujeres, gustan de usar alhajas, los he visto con collares, brazaletes, pectorales, hebillas muy trabajadas, igual que nosotros en casa. Para ello utilizan el bronce, son buenos metalúrgicos, pero los mas pudientes, las lucen en oro o plata, como nosotros. El calzado es sencillo, al igual que nosotros también gastan sandalias y ahora en este tiempo un tipo de bota de cuero sin curtir con bonitos adornos.

El campamento se halla próximo a una gran ciudad. Aquí hay muchas y bien amuralladas, aunque en el campo los galos se refugian en recintos de acceso difícil, como las cumbre de colinas escarpadas, rodean el sitio de piedras amontonadas y arbustos espinosos.

He oído que si alguna tribu logra una victoria, en sus frecuentes luchas con los vecinos, se entregan a grandes fiestas, juegos y beben mucha cerveza, pues carecen de vino aunque lo prefieren cuando lo pueden conseguir. Me han contado el caso de un individuo, rico debía ser, que llegó a cambiar un esclavo por un cántaro de vino.

En la profundidad de sus bosques los sacerdotes, a los que denominan druidas, rinden extraños cultos a dioses sanguinarios que exigen sacrificios humanos y en las vísceras de las víctimas son capaces de leer el porvenir. Mas les valdría consultar dicho porvenir, si es que lo tienen que lo dudo, a César, pues de él depende según mi parecer.

Recibe un abrazo de tu hijo, Marco.

sábado, 12 de diciembre de 2009

ALESIA, novela histórica epistolar

Alesia, es una novela histórica con vocación epistolar. El intercambio de cartas entre los protagonistas, no tanto de la novela como de la historia que se cuenta marcan la pauta de la acción.
Todas las cartas llevan la fecha romana: ad urbe condita, esto es desde la fundación de Roma y la fecha correspondiente a nuestra era, para un mejor seguimiento del lector de la trama de la novela.

África, 708 a.u.c. (46 a.d.C)

¡¡Victoria padre, victoria!!

¡Hemos vencido, vencido sin lugar a la mínima duda y ahora el elefante, la temida bestia, es nuestra divisa!

El imposible silencio del aire, roto por los graznidos de cuervos, buitres y urracas atraídos por la pestilencia desprendida de los miles de cadáveres enemigos yacentes, en el campo de batalla, da fe de ello. Nosotros apenas hemos sufrido un centenar de bajas. El genio de César, y el loco arrojo de sus legionarios, han obtenido una nueva victoria. Digo bien "loco" pues tras el amotinamiento de los veteranos nada parecía pronosticar esta victoria.

En tierras africanas se reunieron todos los fugitivos de las diferentes campañas, íbamos a comprobar hasta que punto es funesta la malhadada costumbre de César de perdonar a los enemigos vencidos. Escapados de Farsalia, Dirrachium, Corfú, del Peloponeso, incluso de Hispania, aquí se han encontrado y disputado el mando, Metelo Escipión, los dos hijos de Pompeyo, Catón, Labieno, Afranio, Petreyo, Octavio y otros. Entre todos y reclutando a viva fuerza cuantos brazos han conseguido, han reunido catorce legiones de infantería pesada. No menos de mil seiscientos jinetes bien armados han venido con Labieno, ese viejo traidor rencoroso. Una muchedumbre inmensa aportada por el rey mauritano de númidas montados en caballos sin freno y apenas armados con una lanza además de un numeroso enjambre de flecheros a pie. Además de los ciento veinte elefantes que siempre van con el rey Juba.

Contra esa fuerza, César cuenta con tres legiones recién formadas de bisoños y las seis de veteranos amotinadas, aunque tan solo han combatido mi legión la V, la IX, la X y la XIV. Creo que no me olvido de ninguna.

A causa del mal tiempo, la escasez de barcos y el acoso de la escuadra enemiga, no en vano sus cincuenta galeras de guerra nos impiden un tráfico fluido entre Italia y África. Al principio de la campaña César se halló en territorio enemigo con las legiones de reclutas apenas con el entreno a medias y sin experiencia en combate y a punto estuvo de reembarcar para intentarlo con mejores avíos.

Falto de trigo, los campos sin cultivar, debió internarse en el país para procurarse alimento, incluso le ha faltado forraje para las acémilas. Labieno, con la caballería acosó a César y sus legiones de reclutas, por poco las dispersa, por fortuna consiguieron refugiarse y hacerse fuertes en la ciudad de Ruspina. Poco faltó para que aquella expedición no se convirtiera en otra Carrhae.

Nada podía hacer sino aguardar nuestra llegada, los veteranos, entretenidos en suelo italiano por lo que ya te he contado padre

César siempre hábil, se supo ganar el afecto y la confianza de los gétulos y otros pueblos oprimidos por el tiránico Juba, como el rey Bogud y atacaron su reino desde el Sur y el Oeste, obligándole a retirar parte de su ejército.

Desde que desembarcamos en las costas de África, estuvimos buscando llegar a las manos con el enemigo, si bien es verdad que en alguna ocasión estuvimos en inferioridad de condiciones, ¡incluso en el mismo momento de entrar en batalla!, en ningún instante dudamos de nuestro éxito.

Habíamos pasado dos meses preocupados por la falta de suministros, la falta de refuerzos, y la esquiva actuación del enemigo remiso a presentar batalla campal. Una situación vivida innumerables ocasiones en la lejana Galia.

Por fortuna ese tiempo fue bien empleado por los reclutas, las continuas escaramuzas con el enemigo, sus persistentes ataques de caballería nos obligó a cubrir los flancos con continuas líneas de trincheras y a no abandonar las alturas, pero el fogueo recibido y la sabía dirección de nuestro general, ha transformado a las nuevas legiones en validas y fiables unidades militares, pronto tendrán ocasión de mostrar su valía.

Al fin llegamos los refuerzos, tres legiones de veteranos y suministros, armas y vituallas que sin ser excesivos nos permitían un cierto margen de maniobra. Nos preocupaba la presencia de elefantes en las filas enemigas. Al fin iba a vérmelas con tan temibles adversarios. ¿Recuerdas lo que me contaste de aquel antiguo púnico, Aníbal Barca...?

El pérfido rey Juba de Mauritania apoyó desde el primer momento a la facción pompeyana y aún desde lejos los bramidos de esas fieras agobiaban nuestros corazones. Nuestra legión fue adiestrada para hacer frente a los paquidermos, debíamos neutralizar su acción y reducir al máximo el daño que pudieran causar en nuestras filas. Ansiosos, expectantes, con devoción escuchamos las palabras, los deseos, ordenes para nosotros, de César:

-¡Legionarios!, me consta que podéis ser mas despiadados que esas bestias, que no os asuste su desmesura, ni sus bramidos, ni los arqueros que los gobiernan. Ya antes, Pirro y luego Aníbal, intentaron sin éxito sojuzgar a Roma con esas bestias y acabaron sirviendo de diversión en el circo. Vosotros mis alondras no vais a ser menos, estoy seguro de ello. Luchad con valor y venceréis.

Tras unas pocas jornadas de marcha arribamos a las inmediaciones de la ciudad de Thapsus, guarnecida por una numerosa guarnición enemiga. A las noticias de nuestra presencia Metelo Escipión, el suegro de Pompeyo, envió numerosos refuerzos en la creencia que íbamos a asediar la ciudadela. Entre los refuerzos y la guarnición nos superaban de tres a uno, pero el combatir en inferioridad de condiciones siempre ha sido nuestro fuero.

Los feroces legionarios de la X formaron en el ala derecha, nosotros en la izquierda, César al frente con los reclutas, esa muestra de confianza sin duda les llenó de orgullo. Frente a nosotros el enemigo desplegó a lo largo de la costa dos largas filas, justo frente a nuestro campamento. Desde la ciudad, la guarnición se aprestaba a hacer una salida, pretendían pillarnos entre dos fuegos. De repente y sin atender a las ordenes, luego explicaron que a la vista de la improvisación del enemigo no pudieron contenerse, si pues precisamente gracias a su número, se permitieron el lujo de formar dos líneas en orden de combate frente a nosotros, mientras detrás una tercera se dedicaba a levantar las tiendas además, sus auxiliares estaban ocupados en las tareas de atrincherar los flancos. Nuestros propios soldados, veteranos hasta ese extremo obligaron a los cornetas a tocar la orden de asalto. Sorprendido el enemigo lanzó contra ellos los sesenta elefantes, lo que nos obligó a un rápido movimiento de apoyo, nuestra presencia se transformó en una lluvia de piedras y dardos contra tan enormes blancos, mientras atronábamos el mismo aire que respiraban las bestias batiendo nuestros escudos con jabalinas y escudos, de suerte que sin atender las ordenes y puyazos de sus jinetes, los que no cayeron heridos, retrocedieron sobre sus propias filas destrozando su propia ala izquierda, por ahí penetraron los hombres de la X, nadie en este mundo podía detener su ansia de matar. Desde luego ellos, todos nosotros, íbamos a remediar los problemas habidos con tanta indulgencia y así lo atestiguan los miles de cadáveres que ahora se pudren bajo el Sol africano. Muchos enemigos, sin duda presentes en Farsalia, arrojaban las armas y se rendían en la presunción de ser perdonados como en tantos encuentros, para luego volver a armarse y enfrentarnos en otro campo de batalla, vana ilusión, demasiadas tropelías contra los cesarianos, ¡cuantos prisioneros ejecutados!, demasiadas crueldades, demasiado vivo el recuerdo Bagradas.

Baste como muestra de la ferocidad desplegada; todos estamos ya hartos de esta guerra civil que no acaba nunca; que presos los generales Afranio y Fausto y llevados a presencia de César, ante el temor que fueran a ser perdonados y puestos en libertad, semejantes personajes culpables de las mayores atrocidades contra nuestros partidarios y de la muerte de muchos de nuestros camaradas, fueron arrebatados de las manos de la misma guardia de César y antes que éste pudiera dictar, los hemos descuartizado.

En cuanto a los hijos de Pompeyo y Labieno han conseguido huir. Catón tras contener a la soldadesca que pretendía incendiar Utica asesinando a toda la población, ha negociado la capitulación y se ha suicidado, eso no ha sido del agrado de César, pero que le vamos a hacer.

En cuanto al rey Juba, una de nuestras presas mas preciadas, he sabido que huyó hasta la capital de su reino, Zama, acompañado de Marco Petreyo, donde en previsión de una improbable derrota había levantado en la plaza principal una enorme pira que había de consumirle a él, sus tesoros, mujeres y a todos los habitantes. Como sea que sus súbditos no estaban dispuestos a seguirle en el sacrificio, tras escapar de la batalla halló las puertas de la ciudad cerradas. Visto lo cual y no sin proferir las peores amenazas contra los suyos, se retiró a una de sus muchas fincas de recreo, hizo que le sirvieran un espléndido banquete, el último, al termino del cual provocó a un duelo a Petreyo matándole, luego un esclavo acabó con la vida de rey Juba.

Confío que pronto estaremos de vuelta, todos deseamos la Licencia, cobrar nuestras merecidas recompensas y honrar a nuestro general en el no menos merecido Triunfo.

Recibe un fuerte abrazo de tu hijo, Marco.


domingo, 6 de diciembre de 2009

Novela Histórica

Publicada en marzo de 2009 por la Editorial Transversal.
Alesia narra las principales acciones bélicas acaecidas durante la Quinta Guerra de las Galias, la que enfrentó a Julio César con Vercingetórix, desde la perspectiva de un muchacho alistado en una de las nuevas legiones creadas por César, la legión V Alaudae.
Marco, hijo de uno de los afamados fabri, los ingenieros responsables de las victorias de Julio César; desprecia los oficios por los que su padre es un afamado maestro armero en el ejército de César. Detesta la fragua, aborrece el zapapico, abomina la lezna; en cambio le deslumbra el brillo de la loriga.
La relación epistolar entre los diferentes protagonistas: César, Vercingetórix, Cleopatra, etc. Desgranan la trepidante acción de la novela y la lucha de intereses.