Siria, 700 a.u.c. (54 a.d.C.)
Querido Cayo Julio César:
La presente es tanto una despedida como una bienvenida. Marcho a la conquista de la Partia, en Roma han tratado de impedírmelo por todos los medios, legales e ilegales, pero al fin estoy en Siria.
Has de saber que tus legiones no me han sido entregadas y permanecen en suelo italiano “a la espera”, ¿a la espera de qué? Ese pomposo, rey de los cobardes, en vez de marchar a su destino en Hispania, permanece en Roma, comiendo la sopa boba. Se ha hecho con el cargo de la Anona y dominando el comercio del trigo y con autoridad para fijar su precio... También tiene acceso a la Caja del Estado. Ha solicitado un nuevo mandato, bueno, su indolencia llega a obligar a sus partidarios a dar todos los pasos. A éste deberán subirle a empujones o en andas al trono.
Ignoro que habrán visto en personaje tan melifluo los bastardos del Senado, tan falso como sus supuestas victorias contra los piratas, tan solo aguarda una oportunidad para hacerse proclamar cónsul único.
Para reconciliarse con los optimates; por cierto ¿sabes que le llaman “nuestro dictador”?; ha perdonado y hecho regresar del exilio a Cicerón y otros indeseables de la nobleza mas recalcitrante.
Debo agradecerte el contingente de caballería celta que me has enviado. Mi hijo sabe como manejar a esos galos y estos le muestran tal afecto y deferencia que no dudo aumentará su eficacia en la batalla.
En unas escaramuzas previas he comprobado la contundencia de su actuación y tan solo deseo ver el momento en que se midan con los jinetes persas.
Puesto que tú corres con los gastos del dicho contingente, ¿no?, he pensado que quizás te interesaría mas participar en el botín, sin duda calculo será excelso, con un pequeño porcentaje, que no una rebaja en los intereses del próximo vencimiento, en cualquier caso ya me dirás algo antes del inicio de la campaña.
He podido ver una muestra de los pájaros con que suelen entretenerse estos bárbaros orientales. Reyes, príncipes, dignatarios e incluso sacerdotes tienen en la cetrería una de sus aficiones, o afanes diría yo. He ordenado capturar con vida cuantos halcones veamos, aunque sea necesario para ello cortar las manos a sus propietarios, seguro que en Roma alcanzaran precios interesantes, ¿no crees? Hablando de precios, tú eres un hombre de mundo, ¿crees posible acrecentar el aprecio por las piedras preciosas? Yo opino que en cuanto la meretriz de moda luzca uno de los enormes zafiros que he visto coronar los turbantes con que estas gentes cubren sus testas, todas las damas de Roma desearan uno, a cual mas grande, de ahí que sea necesario alcanzar sin tardanza la India y el lejano Oriente. Perlas, rubíes, zafiros, el comercio de especias y la seda bajo el control de Roma, nuestro, mio, ¿te gustaría participar?
Y hablando de meretrices, he constatado la belleza de las mujeres orientales y no dudo alcanzaran enorme predicamento y preferencia en los lupanares de toda Italia, desbancando a las galas y germanas que estás enviando, toscas y rudas como ellas solas.
Por cierto entre los galos que me has enviado, eduos creo, circulan rumores, insistentes rumores, acerca de las riquezas encerradas en los templos de sus vecinos, arvernos dicen. Me parece que tardas en desvalijar dichos templos, sería una buena manera de acabar con tus deudas y agobios, ¿por cierto ya has previsto el pago del próximo vencimiento?
Pepitas de oro del tamaño de lentejas, si no mas grandes, pueden hallarse en los ríos y torrentes de dicho país, Auvernia lo llaman.
La ociosidad es mala consejera para el soldado, bien lo sabes, y lavar arena puede ser un ejercicio que aleje el indeseado hastío y la holganza, que conducen al relajo y la indisciplina.
Con afecto, Craso