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domingo, 16 de mayo de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Cárcel Mamertita, Roma 708 a.u.c. (46 a.d.C.)

Divina Isis:

En la capital de mi país tuvimos a César atrapado. Baste decir que conseguimos desarmarle y durante mucho tiempo la espada de César, honró como ofrenda uno de nuestros templos. El cerco alrededor de Gergovia a punto estuvo de estrangularle. Pero las ambiciones de unos pocos, malograron la suerte de todos.

Poco nos costó sobornar al nuevo magistrado de los eduos Convictolitán, nombrado por César. Buscó a Litavico un caballero de ilustre familia y gran ascendente entre nuestro pueblo, con quien repartió el soborno, sin duda ese despreciable eduo sentía sobre sus espaldas el excesivo peso de la responsabilidad de arrastrar a su pueblo a la rebelión. La indecisión de los eduos es lo único que se interponía entre Roma y la libertad de la Galia.

Ambos deciden que Litavico se pusiera al frente de los diez mil hombres exigidos por César para el asedio de Gergovia donde teníamos rodeados y apunto de ceder a las dos legiones abandonadas por César. A media jornada de camino, antes de llegar, Litavico amotinó a la tropa edua, robaron el trigo y demás vituallas y asesinan a los romanos que las custodian.

Otro traidor Epoderix avisa a César de lo sucedido, pero cuando éste quiere reaccionar, Litavico llega a Gergovia donde nos comunica lo sucedido. Privados del trigo de nuevo el hambre se enseñorea entre las filas invasoras.

El poder de Roma se extingue por momentos.

Litavico mandó aviso a Convictolitán y los eduos, ¡al fin!, se van a rebelar. Temiéndose lo peor, César envió a Epoderix y Viridomaro con promesas y nuevos tratados a fin de apaciguar los ánimos y malograr las ansias rebeldes de los eduos, sabe que sin esta poderosa nación está perdido.

Cuando estos personajes llegaron a su capital Novioduno, supieron que todos, Litavico, Convictolitán, el senado eduo al completo estaban en Bribacte, donde yo sería reconocido como jefe por todos, a pesar de la oposición inicial de los eduos. Conscientes de su poder y del tremendo tirón que tendrá su decisión sobre el resto de pueblos indecisos pretender liderar la rebelión, pero finalmente mi candidatura se impuso y fui consagrado por la Asamblea de Hombres Libres.

Si, fui elegido y reconocido. En los ojos de los oligarcas podía ver la traición apunto de cegarles. Sabía que a la menor ocasión me dejarían en la estacada, los nobles que me juraban lealtad me eran mas dañinos que los mismos invasores. Pero yo contaba con las gentes sencillas, ellos una vez lograda la victoria, me ensalzarían al trono de mis antepasados. Primero expulsaríamos a los invasores y luego ajustaríamos las cuentas a los oligarcas corruptos. Ellos favorecieron la invasión, vendiendo tierras a los terratenientes romanos. Estos las arrendaron y los colonos las roturaron. Luego llegaron los campamentos militares y las vías romanas.

He sabido que César afirmó en una ocasión: “la victoria puede depender mas de la capacidad de uno para modificar rápidamente sus planes que de la virtud de los propios planes”. Y a fe mía que es lo que hizo en Gergovia. Conocedor de la traición edua y de la comprometida situación de sus hombres ante Gergovia, de sitiadores a sitiados, se lanzó al camino a marchas forzadas y regresó tan deprisa que por el camino topó con las fuerzas de caballería de los eduos que venían a unirse a nuestra causa. Los dirigentes citados con sus clientes y partidarios huyeron a refugiarse tras los muros de Gergovia, pero gran parte de los jinetes quedaron con César, temiendo por las posibles represalias contra sus familias.

Tras el descalabró de César, hubo de levantar el sitio ante los muros y la determinación de mis paisanos en Gergovia, Litavico marcha a Bribacte, donde subleva a los eduos, valiéndose de los despojos romanos que muestra ensangrentados. Por supuesto calló que las armaduras del centenar de centuriones abatidos en las puertas de mi capital fue por los hierros arvernos y no eduos. Denuncia la decisión de la Asamblea y se proclama líder de la revuelta. Tuvo la desfachatez de enviarme emisarios con propuestas de alianza, ¿puedes creerlo?

Todos los oligarcas son de similar calaña a los citados, se valen de Roma para alzarse con el poder y luego traicionan los tratados. Las consecuencias las sufre el pueblo, asesinatos, deportaciones en masa, los campos quemados una y otra vez, mujeres y niños violentados, esclavizados y cuando la situación amenaza a las propias haciendas esos mismos oligarcas pactan la paz, convirtiéndose a los ojos del pueblo en paladines invictos, en patriotas amantes de la concordia.

Si Litavico hubiese atacado a César, en el camino, cuando le acompañaban a Gergovia, hubiésemos vencido pues dividir sus fuerzas fue un error. Pero no pretendía tanto acabar con el invasor como erigirse en campeón de la causa.

En su capital Novioduno, Epoderix y Viridomaro enterados de la ascensión de su paladín llaman a la rebelión, matan a cuantos romanos hallan, roban sus vituallas y tras incendiar la ciudad por verse incapaces de defenderla, llevan a los rehenes de la Galia que allí retenía César a Bribacte donde los pusieron a disposición de su magistrado, cuando debían habérmelos entrado a mi.

Debo concluir la carta por falta de espacio, mi carcelero me racanea los útiles de escritura. Y me han quitado la manta.

Divina Cleopatra, hace mucho que no tengo noticias tuyas y la sensación de abandono vuelve a conminar mi ánimo. Achaco tu desatención al deseo de salvaguardar la seguridad de tu hijo. Causa loable. Ya me advirtió Sosígenes la perentoria necesidad de interrumpir esta relación epistolar, que tan solo puede beneficiar a los enemigos del padre de tu hijo, a fin de cuentas, los tuyos también.

Tan solo deseo satisfacer los deseos de César, es decir morir. Te imploro eleves mi súplica y me sea permitido morir en la arena combatiendo por la honra de mi alma.

Que los dioses te sean favorables, Nueva Isis

Vercingetórix

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