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miércoles, 23 de diciembre de 2009

ALESIA, novela histórica epistolar

Roma, 707 a.u.c. (47 a.d.C.)

Señor Vercingetórix:

Recibo la vuestra con pena y consternación. Pena por vuestra situación de prisión similar a la mía y consternación pues sin duda me habéis confundido con esa perra que afirma ser mi hermana: Cleopatra. Pues de sobras es conocida la bastardía de su nacimiento.

Yo soy Arsínoe IV, la legítima reina de Egipto según la voluntad de mi padre Tolomeo XII, mas conocido como Auletes, por su afición a tocar la flauta, y así consta en el testamento custodiado por el Senado de Roma y que ese usurpador calvo ha tergiversado en su propio provecho y beneficio, con la complicidad de la citada perra quien no dudó en asesinar, al único romano de autentica valía, el noble Pompeyo.

Si de la voluntad de los dioses se deriva la victoria del Senado en la actual guerra civil en que se halla sumida Roma, veréis mis derechos reconocidos.

Derrotada a causa de las maquinaciones traidoras, de mi bastarda hermana en la guerra de Alejandría, me hallo presa a la espera de ser asesinada, que no ajusticiada a menos que la traición y la felonía sean hoy consideradas... Disculpad mi vehemencia, pero me hierve la sangre ante la sola mención de esa sierpe a la que todos adoran: Cleopatra. Sin que a nadie importe los medios de que se ha valido para alzarse a tan corrupta peana.

En Roma, los aduladores del dictador calvo, dicen de ella que "es impulsiva, caprichosa, ingenua, espontánea, apasionada, diplomática y constante, una sirena del Nilo". Yo os aseguro que es impulsiva por alocada; caprichosa por insegura; ingenua solo en apariencia; espontánea por insolente; apasionada, virtud de meretriz; diplomática por taimada y constante por terca, una culebra de fango del Nilo.

Es la mencionada ramera la que, entregada al invasor romano como si parte del botín fuese, ha engendrado ese bastardo al que llaman Cesarión, aunque ni el presunto padre lo haya reconocido como hijo propio.

En vuestra misiva no presentáis demanda alguna que yo pueda satisfacer, no obstante en nada puede beneficiaros la relación conmigo, hoy la estrella de Cleopatra brilla en el firmamento romano con la intensidad de la prostituta de moda en el burdel de lujo mas soez que hayan contemplado los días.

Ignoro que favor pretendéis obtener, aunque nada conseguiréis de quien todo lo ansía para sí, a menos que contéis con algo valioso para ofrecer a cambio.

Yo por mi parte os incito a la fuga, ¡escapad!, César se halla en África en su loco afán por extinguir la sombra de Pompeyo, persigue a los hijos de su yerno sin importarle las fatigas ni la sangre ajena a derramar, regresad a la Galia y yo desde Éfeso os haré llegar el oro necesario para poner en pie de guerra un ejército de cien mil hombres.

Es tan grande el temor de Roma por los galos que Catón, exigió que el Senado entregase a César a los bárbaros tras la matanza de usipetes y tencteros para aplacar así la ira celta. El recuerdo de Breno y su hazaña está presente en el ánimo romano. ¿Acaso no os agradaría emular a vuestro antepasado Breno y arrasar la hez de Roma?

Señor Vercingetórix, cuidaos de los enemigos de César, pero mucho mas de sus amigos en ellos hallaréis la traición.

Arsínoe IV, legítima reina de Egipto.

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