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jueves, 31 de diciembre de 2009

ALESIA, novela histórica epistolar

Cárcel Mamertina, Roma 707 a.u.c. (47 a.d.C.)

A la divina Cleopatra Philopator Nea Thea, reina de Egipto:

Señora soy el Vercingetórix, ya sé que a primera vista mi apodo no os dice nada, menos aún os diría mi nombre. Soy el último caudillo de la Galia libre, preso en la cárcel Mamertina y aunque no lo creáis esta es la segunda carta que os intento hacer llegar. Por un error del mensajero, la anterior fue a parar a manos de vuestra noble hermana Arsínoe.

Me dicen que somos de edades similares, de ahí que sin ánimo de menosprecio hacia la reina de Egipto, divina hija de Isis, opte por prescindir de cualquier tratamiento, respecto a mí por supuesto. He sabido que los monarcas de Egipto, faraones he sabido que os llaman, gozan de tratamiento y consideración propia de dioses vivos, ante eso cualquier calificación o título humano carece de importancia o significado.

¿Qué puedo deciros para que no os hagáis de menos al leer mi súplica?, tan solo que mis orígenes son nobles en el mas humano de los sentidos.

Os ruego tengáis a bien atenderme y no arrojéis la presente sin haberla leído, al menos. Tan solo con eso me daré por satisfecho.

Debido a mi juventud, quizás he pecado de... he sido utilizado por los míos y no quisiera que, fruto de mi inexperiencia, mis intenciones se vieran tergiversadas causando un perjuicio a César, quien, aunque lo tengo por enemigo, que no rival, es en el honorable campo de batalla donde los hombres dirimen sus diferencias y no en contubernios de salón.

Como te supongo mas versada en el mundo de la política, ¡detestable terreno a fe mía!, te ruego me expliques cual es la situación aquí, pues siempre he creído a César rey de Roma, carezco de una clara idea acerca del poder del Senado. ¿Quienes son esos Optimates?, los imagino como la felona Asamblea de Nobles galos, reunidos en Bribacte, que me vendió a César.

Antes de avanzar en mi solicitud de ayuda deseo saber si esta ha llegado a tus manos y si tu disposición es favorable, divina Cleopatra, sin que dicha disposición suponga menoscabo alguno de tus prerrogativas.

No me despediré sin antes felicitarte por tu reciente maternidad, imploro a los dioses que veas crecer con salud y fortuna a tu hijo Cesarión.

Vercingetórix.

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