Narbonense 701 a.u.c. (53 a.d.C.)
Querido hijo:
Me he alegrado mucho al leer la tuya y deseo seguir teniendo noticias tuyas.
Te echo mucho, muchísimo, de menos. Mi vida, contigo lejos, ha perdido todo significado, la tristeza me consume y los días, la vida, transcurren aguardando tu regreso, ¿qué te retiene en ese confín de mundo?
Si era castigarme lo que tu padre pretendía, puedes decirle que lo ha conseguido y nunca sabrá hasta que extremo. A causa de mi tristeza, el molinero me ha abandonado, me hallo sola y la única alegría que he tenido últimamente ha sido poder leer tu carta, hijo mío.
He ido a vivir con tu abuela, de mala cara, pero me han acogido. La Paz y el buen tiempo pronostican buenas cosechas, el fantasma del hambre parece alejarse, tan solo preocupa la falta de brazos para la siega. Tus tíos y primos han prometido acudir y entre todos llenaremos el granero. El abuelo tiene el huerto a rebosar de verduras, tiene buena mano para eso...
No tardes en escribirme, te añoro y te quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario