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domingo, 18 de abril de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Cárcel Mamertina, Roma 708 a.u.c. (46 a.d.C.)

A la Divina Cleopatra, la Nueva Isis:

Sin respuesta a mi última, quiero suponer que deseas continúe con mi exposición.

A la vista de los continuos descalabros, decido y ordeno esparcir la ceniza ante las cáligas romanas. Apenas asoman las legiones en el horizonte, arden las aldeas, los sembrados. Los silos que no podemos vaciar solo ofrecen ceniza al invasor. La orden de tierra quemada se lleva a rajatabla, en un solo día arden mas de veinte ciudades, nada queda para alimentar al invasor. Los espías nos informan de los apuros que nuestra acción y la dureza del invierno comienzan a causar entre las filas del ejército romano.

La indecisión, atribuida a inexperiencia, otros hablan de bisoñería en el mando, me lleva a indultar del fuego a Avarico, capital de los bituriges, tal fue su clamor y tan inexpugnable parecía, si, bien digo "parecía"... Divina, si tienes ocasión de guerrear con Roma cuando veas a sus legionarios cambiar la lanza, pilum dicen ellos, por el zapapico ataca con todas tus fuerza, date a la fuga o ríndete, pues no hay salvación ante la acción de la azada dirigida por sus ingenieros militares. Avarico, importante ciudad amurallada, poblada por no menos de cuarenta mil almas se hallaba situada en un promontorio rocoso elevado sobre un amplio pantano. El único acceso por tierra lo constituye una estrecha depresión acabada al pie de los elevados muros de la ciudad.

Ignoro como construís las murallas en Egipto, aquí, es decir en mi tierra alzamos dos lienzos de piedra talladas y rellenamos el espacio interno con tierra y cascote. Ambos lienzos de roca están unidos por un entrelazado de troncos a modo de vigas. La tierra y escombro impiden arder las dichas vigas y estas a su vez evitan que los muros cedan ante la acometida de los arietes.

Conquistar Avarico, si Divina, César parece ignorar las dificultades y pone sitio a la ciudad ante el asombro de sus habitantes, en toda la Galia nadie duda de la inexpugnabilidad de la ciudad en medio del lago, pero César sabe que tras sus murallas se almacenan ingentes cantidades de suministros de los que su ejercito carece, el hambre no tardará en cebarse en sus tropas y ese es el primer paso hacia la indisciplina, lo único que puede desmoronar la invencibilidad romana. Por otra parte los golpes de efecto son del agrado de César, sabe que todos los jefes galos han apoyado la demanda de los bituriges para preservar su capital de la destrucción haciendo hincapié en su sólida posición. ¡Avarico no caerá!, era el clamor en toda la Galia.

Instalé mi campamento, con todo mi ejército a veinte millas de Avarico, en la seguridad que una vez agotadas las fuerzas romanas en el estéril ataque, privados de moral por las continuas derrotas ante los muros de la ciudad y hambrientos por la escasez de provisiones, en un fácil ataque a las legiones en retirada aniquilaría de una vez por todas la presencia del invasor romano en la Galia.

Un continuo ir y venir de exploradores me informan que el grueso del ejército romano se ha puesto a trabajar. En efecto Divina, una legión permanece armada, protegiendo los trabajos, vigilando las posibles salidas de los defensores o una incursión de mis tropas, mientras el resto de los hombres talan cuantos árboles encuentran en los alrededores de Avarico. Según nuestras creencias nuestros dioses moran en los árboles. Esos majestuosos seres dadores de vida albergan a los Creadores

Si lo que pretenden es minar los muros, pierden el tiempo, pero no, a los pocos días comienzan a levantar una gigantesca rampa. Deberías haberlo visto con tus propios ojos para creer algo así, ¡no menos de trescientos pies de largo por mas de 80 de ancho!

¡Estúpido de mí!, en vez de atacar en cuanto los soldados se pusieron a talar árboles y cumplir las ordenes de los ingenieros, asistí atónito, desde la distancia, al asedio. A ambos lados de la rampa, dos pistas a nivel de los muros de Avarico, por las que acercaron dos torres de asalto desde ellas los legionarios atacaban cara a cara a los defensores parapetados tras las almenas.

¿Puedes creerlo? Tal y como la rampa crecía, los defensores aumentaban la altura de los muros en la medida de sus posibilidades. ¡Derruyeron las casas inmediatas a las murallas para contar con elementos de construcción! Los defensores se preguntaban porque no atacaba mi ejército, pero ¿acaso no estaba considerada Avarico inexpugnable? Debían resistir por si solos, César debía convencerse de la inutilidad de su invasión, de nuestra determinación.

Pero si asombrosas son sus máquinas de asedio: torres, arietes, onagros, catapultas, deseo que jamás debas contemplar la acción de sus máquinas de guerra, los escorpiones causaron tal pavor y mortandad entre los defensores de las murallas... Un escorpión es una maquina capaz de arrojar a gran distancia dardos con la punta de hierro tan certeros y mortíferos que pueden alcanzar a un blanco tan pequeño como un hombre.

¿Por qué no incendiamos la rampa, las torres? Los romanos, en un asedio, trabajan día y noche, sin treguas, sin detenerse aunque llueva o nieve, sin pausa, aunque un ejército numeroso acampe en las inmediaciones de su campo, aunque el ruido de sus tripas atruene el entorno a causa del hambre, se protegen bajo fuertes galerías de madera, cubiertas con pieles frescas empapadas en vinagre para evitar el fuego. Los arqueros lo intentaron una y otra vez, pero sus máquinas, los mortíferos escorpiones asesinaban a todo el que osara asomar la cabeza por encima de las murallas.

En treinta días concluyeron la gigantesca rampa y asaltaron las murallas. Hombres, mujeres, niños, ancianos, todos los bituriges tomaron parte en la defensa. Apenas 800 supervivientes escaparon de la matanza, no respetaron edades ni sexos. La degollina fue tan espantosa que durante varias semanas el ambiente de nuestros bosques talados emponzoñado por los humos de las piras en las que ardían los cadáveres de sus mas de cuarenta mil habitantes masacrados nos obligó a retirarnos.

César pasó en Avarico el resto del invierno, gracias a los víveres acumulados en tan inexpugnable ciudad. Mi táctica había sido derrotada.

Mi gente lucha con el corazón pero todo nuestro arrojo se estrella contra la determinación de esos fríos asesinos. Su oficio es la muerte el nuestro la vida en libertad.

Lo intenté, créeme Divina, intente aliviar la presión del asedio, pero si no quería perder el respeto de mis hombres debía mantener mi palabra, Avarico debía resistir, mostrarse inexpugnable, un ejemplo para toda la Galia. Mas de cuarenta mil almas pasadas a cuchillo pesan sobre mi ánimo, pero...

En fin, debo concluir la presente, el emisario aguarda impaciente. Nadie desea permanecer por mucho tiempo en este agujero infecto.

Qué los dioses te favorezcan divina reina Cleopatra.

Vercingetórix

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