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domingo, 25 de abril de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Avarico, 703 a.u.c. (52 a.d.C.)

Mi muy querido Antonio:

Tras la memorable victoria en Avarico, toda la Galia tiembla ante nuestra sola presencia, pero los galos son duros de mollera de ahí que se empecinen en sus ansias rebeldes. Ese líder suyo les ha hecho creer en vanos ideales y la revuelta continúa mas encendida que antes.

Estos galos tienen horror al trabajo de los campos, mas bien inclinados a la taberna y a las pendencias de ebrio, todo en ellos es jactancia y vanidad. Crédulos, papanatas, piadosos como niños, ven en los druidas al padre protector y al que toma las decisiones por ellos mismos. Incapaces de abrigar el valor sólido que no conoce la temeridad ni la debilidad, no saben aguardar la hora propicia para el ataque ni aprovechar la ocasión.

Cuando impongamos la paz a estas gentes, serán excelentes auxiliares e instrumentos a tener en cuenta en cuantas acciones de expansión territorial pensemos. A nuestro amigo, y socio Craso, le fue mal en Partia, pero seguro estoy que no fracasó el contingente galo.

Por otra parte poseen el don de la poesía y la elocuencia y gustan de referir las hazañas legendarias y heroicas de los antepasados, sin considerar que sus hijos y nietos nada podrán cantar respecto a sus glorias presentes.

Encamino mi ejército a su capital Gergovia, allí espero acabar con esta estéril lucha.

Me preocupa la situación en Roma, no dudo que mi presencia ahora es del todo punto necesaria, de ahí que deba concluir cuanto antes con esto.

Pompeyo está demostrando ser uno de esos hombres de baja y liviana condición, ante quienes es peligroso dar pruebas de generosidad. Me di cuenta cuando prefirió entregar su hija a Escipión en vez de a mí, para reanudar nuestra alianza.

En cierto modo mi querida hija Julia falleció por su causa... No debería decir estas cosas y menos ponerlas por escrito, pero tú, mi Marco Antonio, ¿si no me desahogo contigo, con quien lo voy a hacer...?

Ha solicitado y ha conseguido prorrogar por cinco años mas su proconsulado en la Hispania, donde, por una autorización especial del Senado dispone plenamente del Tesoro para pagar a sus tropas, sin embargo se ha guardado de pedir para mi otra prorroga igual y similares atribuciones financieras, a pesar de conocer las dificultades por las que estoy atravesando...

No mi querido Antonio, no he pecado de ingenuo. Me dirás que cuando en Luca, le conferí tales atribuciones, esta felonía ya se veía venir, pero yo contaba con tener a Craso, el bueno y avaro de Craso a mi lado y con él al ejército de Siria. Ahora estoy solo.

Han llegado a mi las luchas por la sucesión, por el poder, en el pueblo eduo. Los eduos son un pueblo aliado, el único aliado que nos queda en la Galia y de todos modos en absoluto fiable. En cuanto consolide el asedio a Gergovia me acercaré a poner orden en los asuntos eduos. Aunque algunos opinen que una guerra civil entre tribus y facciones galas redundaría en nuestro beneficio, no creo que un país tan esquilmado como lo está la Galia hoy en día, sea capaz de soportar una nueva guerra, ni siquiera la que nosotros sufrimos.

Todos los recursos para mis hombres son pocos y no podemos ni debemos malgastarnos en conflictos ajenos a nuestros intereses. Hoy por hoy necesitamos a los eduos en paz y buena concordia con Roma. Así nos obligan a ambos los tratados firmados.

Tras acordar el suministro de trigo y el envío de diez mil hombres de guarnición, pienso dejar a los eduos como aliados en paz.

Nunca ha existido una guerra larga que haya beneficiado al país.

Tenme al corriente de los asuntos en Roma, en cuanto me sea posible me reuniré contigo. Con afecto

Cayo Julio Cesar, procónsul de Roma.

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