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domingo, 27 de junio de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

La Galia, 702 a.u.c. (52 a.d.C.)

Mi muy querido Orencio:

Tuviste que morirte, tuviste que dejarme abandonado, solo, sin guia... Ahora he vuelto, hemos vuelto a Gergovia, para honrar vuestra muerte y ofreceros la justa venganza. Por si no era suficiente el ansia de desquite, llegamos un día de mercado y la sensación de normalidad, aquí no ha pasado nada, en los rostros de las gentes nos acabó de enfurecer.

Resulta extraño ver como se mantienen intactas las obras de asedio, tan solo la maleza cubre los fosos y algunas hierbas trepan por tapias y empalizadas.

La mayoría de la población, mujeres y niños, pocos ancianos, deambulan chillando y regateando con los escasos vendedores y su paupérrima aunque carísima oferta, ignoran nuestra llegada y su desprecio y falta de prudencia es irritante. Nos enoja que no nos teman... La mayoría de guerreros andan escondidos tras lo de Alesia, tan solo los heridos han regresado en busca de alivio a sus males.

Te habría gustado estar en Alesia, ha sido una buena campaña, muchos, los mejores han caído, pero cada uno se ha llevado, lo menos, a tres galos por delante... Claro que teníamos para escoger, no te imaginas la multitud que acudió a Alesia contra nosotros...

Fue una buena batalla, César se ha lucido, que te contaré que no sepas, todo el mérito ha sido de los ingenieros, claro. Cavamos un doble cerco, como lo oyes, cercamos la ciudad para luego encerrarnos a nosotros mismos, si esos galos hubiesen tenido un mínimo de sentido común en vez de atacar nos hubieran rodeado y aguardado a que muriésemos de hambre, que poco faltó.

Tras la redición, si finalmente aquel galo tan joven, ¿recuerdas que nos extrañaba que apenas un muchacho hubiese obtenido el liderazgo de la nación celta?, pues se rindió a cambio de la clemencia de César para con su gente. César otorgó su gracia, pero tan solo de forma nominal, los germanos, esos bárbaros, disfrutan persiguiendo, acosando y exterminando a cuantos infelices se dejan ver, no entienden de piedad ni clemencia con el vencido. Corren la campiña en busca de “enemigos emboscados” y no son pocas las cabezas que cada día cuelgan de las cinchas de sus cabalgaduras, no distinguen entre guerreros huidos de la batalla o arruinados campesinos e igual los cazan.

César ha decidido invernar en Bribacte; las cosas en Roma andan de mal en peor, todo el mundo habla de una nueva guerra en vez de pensar en nuestra licencia, pero eso es otro tema; como decía vamos camino de Bribacte, sí la ciudad donde se ungió a Vercingetórix como líder de la revuelta y nuestro tribuno ha creído necesario efectuar un leve desvío en el camino para “ajustar cuentas” en Gergovia, cabe decir que todos lo estábamos deseando...

Esto no lo relatarán las crónicas, hemos acampado a los pies de las murallas, apenas supieron nuestra llegada abrieron las puertas ofreciendo la villa, bienes y personas a la benevolencia de César. Pronto advirtieron que el perdón de Roma tan solo es nominal, mientras todos los habitantes desfilan ante el cautivo los germanos entraban en las casas y arrastras sacaban a los heridos a la calle para rematarlos. El tribuno ordenó que setenta y seis, uno por cada centurión caído aquí, primogénitos de gentes principales vinieran a nuestro campamento, ellos creyeron que como rehenes y cuando los comenzamos a degollar huyeron en todas direcciones, pocos escaparon a la justicia, a la venganza...

El galo podía verlo todo desde el carro jaula en el que viajaba cargado de cadenas, y dicen que en algún momento le oyeron llorar, yo no le vi.

Un, real o inventado, conato de rebelión ha bastado para que al grito de Vae victis, entremos en Gergovia a saco, hemos saqueado, violado, asesinado y dejado, en fin, amargo recuerdo, mas por desquite que por ansia de mas riquezas... Futuras generaciones lo pensaran bien antes de alzarse en armas contra Roma...

Muchos opinamos que Gergovia debería arder hasta los cimientos, no fueron capaces de daros tierra y el fuego es lo único que puede mitigar el dolor de saber vuestros nobles cuerpos arrojados al muladar.

Moristeis luchando como bravos y esos galos, siempre presumiendo del respeto por el valor del adversario, no lo supieron apreciar.

Orencio, que la tierra te sea leve.

Marco

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