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domingo, 25 de julio de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Roma 708 a.u.c. (46 a.d.C.)

A Vercingetórix, legítimo rey de las Galias:

Ignoro si lo haces a propósito, quizás no te has dado cuenta y es un acto reflejo, pero tú y yo estamos utilizando la lengua de los invasores para comunicarnos. Lamentable.

En tu país adoraban las encinas, robles y avellanos eran tenidos por sagrados, ahora son efigies de César las que reciben las plegarias de tus gentes y probablemente lo hacen en latín, lengua que deben aprender y usar, en vez de la de sus padres y antepasados, si desean “gozar” de las comodidades del progreso que ofrece Roma a cambio de su dominación. El comercio y la posesión de mercaderías superfluas obnubila las entendederas de las gentes de bien y de ello se vale Roma. Vuestras monedas, por toscas, han sido reemplazadas por las romanas. Traicionamos nuestra libertad a cambio de artículos vanos...

Roma siempre tuvo como a los mas temibles enemigos a los galos, ¿qué se ha hecho de ese temor, dónde está vuestro orgullo? He oído decir a César: “los galos provocan animosos los peligros futuros, pero se acobardan ante los presentes”. ¿Es esa una definición acertada de vuestro carácter?

También he oído aquí en Roma, maldecir del carácter egipcio. Dicen que los muchos años de dominación extranjera han acabado con una cultura milenaria. ¿Qué saben los romanos de culturas milenarias? ¡Mis antepasados, los Tolomeos, dominaron todo el mundo conocido!

Alejandría, mi Alejandría, nada tiene que envidiar a Roma: igual, o mas populosa, mas ordenada, por sus calles se puede pasear sin que te vacíen un bacín de heces en la cabeza, tan ostentosa como esta y no menos monumental. Insuperable en su comercio y envidiada por su excelente puerto. Sin duda esa fue la razón que llevó al invasor a prender fuego a nuestra flota, de poco no arde la ciudad entera.

El Bastardo Calvo arribó a mi ciudad, persiguiendo al noble Pompeyo, asesinado por orden de la Ramera. Pronto la actitud depravada de esa pareja de sátiros solivianto los ánimos del pueblo llano y en un vano intento por frenar ese descontento; los favores otorgados a la Ramera a cambio de prostituirse, exasperaban el sentido de la decencia egipcia; ofreció retornar Chipre al reino de Egipto, ¡ni que fuese de su propiedad!, y coronarme reina de dicha isla. Sonrío al pensar en el ataque de furia con que la Ramera saludaría dicha propuesta...

Aprovechando una de las innumerables noches de orgía y embriaguez me fugué de aquella casa de fornicio en que habían convertido el palacio de mi noble padre. Mi consejero Ganímedes acaudillo el ejército reunido por Aquilas, otro patriota, aunque menos diligente como militar y tutor de mi hermano. Aunque inaudito, los primeros en alzarse en armas contra el invasor y la usurpadora fueron los propios soldados del ejercito de ocupación dejado por Roma, años atrás.

La demorada estancia entre nosotros y la bondad de nuestras gentes y la excelencia de nuestra tierra, aclimató a esos hombres, la mayoría formaron familias y eso les llevó a volverse contra los recién llegados. Esto te lo cuento, pues habiendo transcurrido mas de seis años desde la guerra en la que fuiste derrotado, es probable que las legiones de guarnición en tu tierra, sean hoy mas deseosas de mantener su estatus que de embarcarse en nuevas guerras a favor de Roma, contrarias a su condición y actual situación familiar.

Mi pueblo se unió en abierta insurrección y yo encabecé la revuelta. Inundamos los canales del Nilo, con agua de mar, para cerrarle el paso al lago Mareótico, única fuente de agua dulce en las inmediaciones de palacio. Pronto sus caballos y hombres carecieron de la indispensable agua. Achacan a la habilidad de sus ingenieros, la fortuna de haber hallado agua en los pozos que abrieron, pero a buen seguro que fue la Ramera quien les indicó donde excavar.

En un golpe de fortuna, o grave descuido de su guardia, César apresó a mi hermano, el legítimo faraón de Egipto, por expreso deseo de mi noble padre, y su séquito de ministros al tiempo que se hacía fuerte en la ciudadela de la ciudad. Mis tropas dueñas de Alejandría la asediaron, pero mis antepasados tuvieron buen cuidado de hacer inexpugnable dicho lugar y debimos volver las armas contra el puerto a fin de cortar la llegada de refuerzos y vituallas a los sitiados. Aunque los romanos habían tomado la isla del faro y los muelles, venciendo la carencia de barcos reconquistamos dicha isla y la mitad de los muelles con lo que el tráfico de apoyos al invasor quedó interrumpido.

En vano pugnaban por recobrar la isla o los muelles, a cada intento los legionarios eran arrojados al mar, incluso el propio César debió nadar para salvar su miserable vida, dejando tras de sí su purpúreo manto.

No fue una victoria de César, ni fueron las armas romanas las causantes de mi cautiverio, ¡todo el Oriente y parte de Asia, unió esfuerzos para vencernos! Mitriades de Pérgamo encabezó el ejército que vino de Siria, compuesto por todas las naciones que, antes de la trágica jornada de Farsalia, se decían fieles aliados de Pompeyo y ahora aduladores del tirano, ansiosos por devorar los despojos de Egipto: itirsos del Líbano; beduinos de Janblico, hijos de Sampsikerano, judíos conducidos por Antipater y un gran contingente de los pequeños principados y ciudades de Cilicia y Siria. Ingente multitud de alimañas prestas al pillaje.

Mi hermano falleció, luchando hasta el final, en desigual lid.

En los meses posteriores la sangre corrió a raudales, la represión fue tan feroz, que la falta de brazos imposibilitará la próxima campaña de siembra, ¿quien va a labrar los campos? Ni viudas quedan con vida para llorar...

Dudo que Egipto recupere jamás su luz.

Arsínoe IV, reina de Egipto.

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