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domingo, 12 de septiembre de 2010

¡DIOS LO QUIERE!


Hola, amigos y seguidores. En esta ocasión os comunico la publicación de mi novela histórica ¡DIOS LO QUIERE! en formato de libro electrónico.
En ella se narran los sucesos acaecidos durante la Primera Cruzada a Tierra Santa, protagonizados por uno de los miles de seguidores de Pedro el Ermitaño.

domingo, 22 de agosto de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Roma 708 a.u.c. (46 a.d.C.)

A mi muy querido padre:

Lástima que no hayas podido asistir a la celebración. En sus anales, Roma, no ha visto cosa similar, al decir de los viejos.

¿Recuerdas a aquel joven galo que encadenamos en Alesia, el que se proclamaba “rey de cien reyes”? Hoy no le reconocerías, flaco, demacrado, le han pintado la barba, ignoro si la intención era el escarnio o conferirle un aspecto mas feroz, pero tan solo han conseguido ridiculizarle. Ha sido ejecutado. Lo hubiese entendido tras la rendición de Alesia, yo mismo le habría degollado gustoso aquel día, en vez de encadenarle, ¿pero hoy qué sentido tenía...? Lamentable y absurdo ha sido ejecutarle como “traidor al pueblo de Roma”, ¿en qué traicionó?, luchó por la libertad de su pueblo y perdió, pero no hubo traición.

Han comenzado los festejos populares, además del Triunfo César celebra los fastos en honor de su hija Julia. Se han instalado triclinios para mas de sesenta mil comensales y las gentes comen y beben sin saciar sus apetitos.

Han repartido cien denarios, diez fanegas de trigo y diez libras de aceite para cada uno de los pobres de Roma, que suelen recibir ayuda del Estado. Se han condonado los alquileres de Roma durante un año hasta la cantidad de dos mil sestercios y hasta quinientos en el resto de Italia, realmente César se comporta con una generosidad esplendida.

Nosotros también hemos cobrado: a cada soldado raso le han tocado cinco mil denarios, lo que oyes ¡cinco mil, el jornal de veinte años!, diez mil a cada centurión y veinte mil a los tribunos, además de las tierras que nos han asignado.

Y que decirte de los espectáculos: combates de gladiadores, comedias en todos los barrios de la capital. Actores de todas las nacionalidades imaginables han acudido a Roma. Juegos de circo, atléticos, los atletas mas renombrados han luchado durante tres días en un estadio construido expresamente en las inmediaciones del campo de Marte. Danzas y bailes de las mas exóticas nacionalidades, incluso naumaquias. Recuerdo que un día comentabas con Orencio que te hubiera gustado presenciar uno de esos espectáculos ya que no participasteis en la expedición a la Britania. Para ello han abierto un lago, donde antes existía una vaguada, y han trabado combate naval trirremes tirias y egipcias, cargadas de soldados.

Han ensanchado la arena del circo por ambos lados, han abierto un foso que llenaron de agua, si como en Alesia, y en el han corrido bigas y cuadrigas, muchas de las retribuciones recién cobradas han desaparecido o incrementado con las apuestas.

Cinco días han durado los combates de fieras y como conclusión se dio una batalla en la que participaron quinientos peones, trescientos jinetes y los cuarenta elefantes.

Tales eventos han atraído a Roma tal cantidad de forasteros, que no hay quien de un paso por las calles atestadas. Con las posada llenas a rebosar, incluso han desalojado a las caballerizas para alquilar sus sitios a los viajeros, las gentes duermen en tiendas de campaña, en calles, plazas o el extrarradio. Con motivo del anuncio de algún evento señalado se ha producido algún tumulto y en la avalancha han fallecido aplastadas por la multitud algunas personas.

Estoy deseando marchar, nos hemos reunido los veteranos de mi legión con tierras colindantes para formar una caravana y partir hacia nuestras fincas en cuanto tengamos las concesiones en firme.

Estoy, todos lo estamos, ahíto de sangre, tanta muerte, tantos campos talados, abrasados los sembrados, degollado el ganado, la miseria y el hambre campan por doquier y eso ¿para qué?, para ensalzar y glorificar a un solo hombre. Si pues aunque combatimos bajo el símbolo del Senado, SPQR, en realidad servimos los intereses, la ambición de un canalla, claro que como dicen mis compañeros es “nuestro canalla”, y le entregaríamos la vida gustosamente.

He pensado en buscar una familia de arrendatarios galos para que trabajen la tierra. Me gustaría criar caballos. Aunque de momento instalaré una herrería. Lamento no haber prestado mas atención cuando me enseñabas los secretos del oficio... Nos ha correspondido muy cerca de donde estuvo Alesia.

Aprovecharé para colocar una lápida que señale tu tumba.

Con cariño tu hijo Marco.

domingo, 15 de agosto de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Roma 707 a.u.c. (47 a.d.C.)

A la mayor traidora que hayan conocido los tiempos, Arsínoe:

Los dioses me aseguran que César vencerá. Y esa seguridad y la paciencia que conlleva el ejercicio del gobierno de mi pueblo es lo que me da fuerzas para rebajarme a tratar con sabandijas del légamo. Aunque no lo creas lamento profundamente tu situación de cautiverio, por excesivamente grato, y si por mi fuese hace tiempo que yacerías en cualquier muladar ocupada en alimentar ratas con los miembros de tu despedazado cuerpo. Pero todo llegará, los dioses me han hecho ver la necesidad de concederte una muerte lenta y dolorosa y tan solo la celebración del Triunfo, del padre de mi hijo, se interpone entre los hierros candentes del verdugo y tus carnes.

La vida es hermosa, plena de alicientes, nunca sabrás lo que es abrazar el fruto de tu vientre, a menos que el verdugo te muestre tus propias tripas; ni sentirás el calor de unos bracitos alrededor de tu cuello, nada que ver con la soga de la horca; ni gozarás del arrullo de una infantil voz llamándote “mamá”; ni tus pechos amamantaran otras bocas que las de los carceleros.

Sufre, Arsínoe, rabia, muérete de pena, dame ese gusto.

Cleopatra VII, reina de Egipto, la nueva Isis.

domingo, 8 de agosto de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Egipto 707 a.u.c. (47 a.d.C.)

Querida Cornelia:

Te preguntas, sin duda, quién es esa Cleopatra, capaz de subyugarme.

Aunque siempre confiaste en mi, la mutua confianza fue un acicate mas de nuestro amor, me agradaba i emocionaba cuando los celos encendían en tus ojos aquel brillo que ahora recuerdo tan vivo y de color semejante al Nilo.

Tras las duras jornadas de lucha en Alejandría, llevo perdido en este río mas de lo debido. Va siendo hora de retornar a Roma, mis enemigos estarán conspirando a sus anchas...

Perdido, no creas, es una buena definición, caí preso de los encantos de esa Cleopatra, sin ser de inconmensurable belleza, su trato es tal que resulta imposible resistirse, si ya, me dirás que es una escusa de viejo verde, yo paso de los cincuenta y ella apenas alcanza los veinte años de edad. Los encantos de su figura, secundados por las gentilezas de su conversación además del egipcio, habla el arameo, el hebreo, el árabe, el etíope, el medo, incluso chapurrea con corrección la lengua de los troglodita, el parto y por supuesto nuestro latín. En la conversación además de amena y ocurrente es voluptuosa y trata con sensualidad conocimientos de Música, Historia, Ciencias Políticas, además de Matemáticas, Literatura, Astronomía y Medicina.

Si ya sé que me dirías que los meses que llevamos navegando por el Nilo, no nos los hemos pasando tratando temas filosóficos o resolviendo problemas de álgebra y tienes razón, mas que disculparme trato de darte a conocer una mujer excepcional con quien a buen seguro trabarías sincera amistad.

Lo cierto es que el "amor" que me ha brindado me resulta tan interesado, que por contraste con el que de ti recibí, me ha llevado a añorarte un poco mas, si es que cabe mas añoranza en mi corazón.

Mi muy querida Cornelia, te fuiste tan pronto...

He conocido en Egipto, tierra de gentes notables, al sabio Sosígenes, me va a ayudar a adecuar nuestro calendario. Siempre te quejabas de la absurdidad de iniciar la primavera en el frío marzo, cuando la bonanza del tiempo no llegaba hasta bien entrado mayo, ¿qué dirías viendo que hoy en día las fiestas de la Recolección no coinciden con el estío ni las de la Vendimia caen en otoño? Me ha sorprendido la simplicidad del calendario egipcio, tienen doce meses como nosotros, pero al último le añaden cinco días para completar el ciclo solar. El dicho astrónomo afirma, no obstante, que el ciclo estacional es de trescientos sesenta y cinco días y un cuarto, de modo que cada cuatro años deberemos añadir un día a un mes para mantener...

Disculpa la perorata, bien sabes que no es por cambiar de tema, en ocasiones la pasión me lleva por la ramas.

En cuanto a Cleopatra, ¿qué decirte de ella?, me atrae, me engatusa, me conmueve, me divierte...

Como reina de Egipto, estoy seguro es la mejor elección, muy por encima de la desleal Arsínoe. Aunque ofreció soldados egipcios a Pompeyo, no dudo de su lealtad a Roma, mientras Roma sirva a sus propósitos, por ahora coincidentes para ambas naciones.

Ha instaurado nuevas leyes, sin importarle el enfrentamiento con la nobleza y la clase sacerdotal, mas favorables a su hermana. Ha devaluado la moneda egipcia para favorecer las exportaciones...

En fin aunque pretendo disimular con politiqueos la nostalgia de ti que me muerde el alma, no lo consigo.

Qué no daría por abrazarte de nuevo.

Cayo Julio

domingo, 1 de agosto de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Egipto 706 a.u.c. (48 a.d.C.)

Mi muy querido Marco Antonio:

¿Qué tal marchan las cosas por casa? Imagino que mal, como siempre.

Te escribo a bordo del Thalameges, un barco de la reina Cleopatra, quien se ha ofrecido a mostrarme los encantos de su país y los mas ocultos parajes. Sé que te estás sonriendo al tiempo que elucubras los mas lascivos pensamientos que caber puedan en mente tan calenturienta como la tuya, pero todo cuanto imagines te quedas corto. El crucero esta resultando de lo más instructivo. Cleopatra es una joya de anfitriona.

La primera joya que recibí al poner pie en esta tierra fue un anillo, ahora mismo mientras te escribo lo contemplo: un león sostiene entre sus garras una espada. Lo has adivinado es el anillo de Pompeyo.

Me lo entregaron junto con su cabeza. Un escalofrío me hiela la sangre con solo recordarlo. Pompeyo el Grande, uno de los mejores romanos, reducido a una cabeza sangrante, un despojo agusanado. Deploro su muerte, saberle a merced de eunucos, mercenarios, retóricos, asesinos traidores a sueldo de un bárbaro...

Te habrán llegado noticias de la revuelta en Alejandría. Las gentes heridas en su orgullo, tanto como el erario público por nuestras exigencias; tan solo pretendía cobrar antiguas deudas y si disponían de capital para apoyar a los pompeyanos, justo es que cumplieran con sus obligaciones para con el Tesoro romano. Pero los eunucos de palacio, verdaderos mandamáses en esta decrépita nación, enviaron a la Casa de la Moneda, con todo el alarde y ostentación de la que fueron capaces, los tesoros de los templos y la vajilla de palacio, una maravilla en oro y plata, para poderlos fundir y pagar la dichas deudas.

Con suma facilidad soliviantaron al pueblo mostrando “el talante codicioso de los invasores, etc, etc”. Haciendo correr el bulo que habíamos incautado todo el trigo de los silos reales, acrecentando la hambruna causada por años de latrocinio del clero y la nobleza.

Hicieron creer al pueblo lo insoportable que podía ser la visión de sus soberanos comiendo en platos de madera en vez de oro. Una humillación al pueblo llano de Egipto perpetrada por el expolio romano.

En vano entregué el gobierno de Chipre a Arsínoe, de nada valió casar a Tolomeo con Cleopatra. Teníamos todo el derecho a arbitrar la sucesión al trono egipcio amparados por el testamento del último faraón, el Auletes, confiado a Roma como garante de su voluntad. Así y todo la guarnición pompeyana se alzó en armas y arrastró a los descontentos y por fin a toda Alejandría. A duras penas nos mantuvimos en la ciudadela aguardando a las legiones de Siria.

Por fin el bravo Mitríades llegó ante Pelusa y se apoderó de la ciudad sin llegar a completar el cerco siquiera. Después remontó el Nilo por el camino de Menfis, se le unieron numerosos adictos entre los judíos establecidos en la comarca. A su vez los egipcios, con su rey Tolomeo al frente, también remontaron el Nilo y se presentaron ante Mitríades en la ribera derecha del río. Entablada la batalla, Mitríades demostró su valía e instrucción y venció. Percibidos de la presencia amiga tan cerca, embarqué las tropas que pude y salí a su encuentro. Cruzamos el lago Mareótico, le dimos la vuelta, llegamos al río y unidas mis fuerzas a las de Mitríades, entramos en el delta, donde se había refugiado el rey con los restos de su ejército. Sin perdida de tiempo atacamos el campamento real. Este se hallaba bien parapetado al pie de una altura cerca del Nilo, separado por un calzada y rodeado por marismas y pantanos infranqueables. Mis hombres atacaron de frente y de flanco a lo largo de la calzada, mientras los de Siria tomaban la altura y atacaban desde atrás.

La victoria fue completa, los que no perecieron por la espada se ahogaron en el Nilo buscando vana salvación en la escuadra real, como el mismo Tolomeo, intentó la huida en una barca sobrecargada de soldados y desapareció en las aguas del río.

Apenas concluida la batalla volví contra Alejandría, atacando por la parte dominada por los egipcios, cuya resistencia se vino abajo apenas divisaron nuestros estandartes. La población nos recibió enlutada, de rodillas, con sus ídolos en las manos, suplicando clemencia, implorando la paz y algo de comer.

Como ya hice con los masaliotas, he perdonado a los alejandrinos, he organizado una guarnición de confianza y he puesto al mando al valiente Rufio, ya le conoces, excelente soldado. Cleopatra reinará y Arsínoe ya va camino de Roma, para impedir futuras rebeliones.

Pronto estaré de vuelta.

Cayo Julio César.

domingo, 25 de julio de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Roma 708 a.u.c. (46 a.d.C.)

A Vercingetórix, legítimo rey de las Galias:

Ignoro si lo haces a propósito, quizás no te has dado cuenta y es un acto reflejo, pero tú y yo estamos utilizando la lengua de los invasores para comunicarnos. Lamentable.

En tu país adoraban las encinas, robles y avellanos eran tenidos por sagrados, ahora son efigies de César las que reciben las plegarias de tus gentes y probablemente lo hacen en latín, lengua que deben aprender y usar, en vez de la de sus padres y antepasados, si desean “gozar” de las comodidades del progreso que ofrece Roma a cambio de su dominación. El comercio y la posesión de mercaderías superfluas obnubila las entendederas de las gentes de bien y de ello se vale Roma. Vuestras monedas, por toscas, han sido reemplazadas por las romanas. Traicionamos nuestra libertad a cambio de artículos vanos...

Roma siempre tuvo como a los mas temibles enemigos a los galos, ¿qué se ha hecho de ese temor, dónde está vuestro orgullo? He oído decir a César: “los galos provocan animosos los peligros futuros, pero se acobardan ante los presentes”. ¿Es esa una definición acertada de vuestro carácter?

También he oído aquí en Roma, maldecir del carácter egipcio. Dicen que los muchos años de dominación extranjera han acabado con una cultura milenaria. ¿Qué saben los romanos de culturas milenarias? ¡Mis antepasados, los Tolomeos, dominaron todo el mundo conocido!

Alejandría, mi Alejandría, nada tiene que envidiar a Roma: igual, o mas populosa, mas ordenada, por sus calles se puede pasear sin que te vacíen un bacín de heces en la cabeza, tan ostentosa como esta y no menos monumental. Insuperable en su comercio y envidiada por su excelente puerto. Sin duda esa fue la razón que llevó al invasor a prender fuego a nuestra flota, de poco no arde la ciudad entera.

El Bastardo Calvo arribó a mi ciudad, persiguiendo al noble Pompeyo, asesinado por orden de la Ramera. Pronto la actitud depravada de esa pareja de sátiros solivianto los ánimos del pueblo llano y en un vano intento por frenar ese descontento; los favores otorgados a la Ramera a cambio de prostituirse, exasperaban el sentido de la decencia egipcia; ofreció retornar Chipre al reino de Egipto, ¡ni que fuese de su propiedad!, y coronarme reina de dicha isla. Sonrío al pensar en el ataque de furia con que la Ramera saludaría dicha propuesta...

Aprovechando una de las innumerables noches de orgía y embriaguez me fugué de aquella casa de fornicio en que habían convertido el palacio de mi noble padre. Mi consejero Ganímedes acaudillo el ejército reunido por Aquilas, otro patriota, aunque menos diligente como militar y tutor de mi hermano. Aunque inaudito, los primeros en alzarse en armas contra el invasor y la usurpadora fueron los propios soldados del ejercito de ocupación dejado por Roma, años atrás.

La demorada estancia entre nosotros y la bondad de nuestras gentes y la excelencia de nuestra tierra, aclimató a esos hombres, la mayoría formaron familias y eso les llevó a volverse contra los recién llegados. Esto te lo cuento, pues habiendo transcurrido mas de seis años desde la guerra en la que fuiste derrotado, es probable que las legiones de guarnición en tu tierra, sean hoy mas deseosas de mantener su estatus que de embarcarse en nuevas guerras a favor de Roma, contrarias a su condición y actual situación familiar.

Mi pueblo se unió en abierta insurrección y yo encabecé la revuelta. Inundamos los canales del Nilo, con agua de mar, para cerrarle el paso al lago Mareótico, única fuente de agua dulce en las inmediaciones de palacio. Pronto sus caballos y hombres carecieron de la indispensable agua. Achacan a la habilidad de sus ingenieros, la fortuna de haber hallado agua en los pozos que abrieron, pero a buen seguro que fue la Ramera quien les indicó donde excavar.

En un golpe de fortuna, o grave descuido de su guardia, César apresó a mi hermano, el legítimo faraón de Egipto, por expreso deseo de mi noble padre, y su séquito de ministros al tiempo que se hacía fuerte en la ciudadela de la ciudad. Mis tropas dueñas de Alejandría la asediaron, pero mis antepasados tuvieron buen cuidado de hacer inexpugnable dicho lugar y debimos volver las armas contra el puerto a fin de cortar la llegada de refuerzos y vituallas a los sitiados. Aunque los romanos habían tomado la isla del faro y los muelles, venciendo la carencia de barcos reconquistamos dicha isla y la mitad de los muelles con lo que el tráfico de apoyos al invasor quedó interrumpido.

En vano pugnaban por recobrar la isla o los muelles, a cada intento los legionarios eran arrojados al mar, incluso el propio César debió nadar para salvar su miserable vida, dejando tras de sí su purpúreo manto.

No fue una victoria de César, ni fueron las armas romanas las causantes de mi cautiverio, ¡todo el Oriente y parte de Asia, unió esfuerzos para vencernos! Mitriades de Pérgamo encabezó el ejército que vino de Siria, compuesto por todas las naciones que, antes de la trágica jornada de Farsalia, se decían fieles aliados de Pompeyo y ahora aduladores del tirano, ansiosos por devorar los despojos de Egipto: itirsos del Líbano; beduinos de Janblico, hijos de Sampsikerano, judíos conducidos por Antipater y un gran contingente de los pequeños principados y ciudades de Cilicia y Siria. Ingente multitud de alimañas prestas al pillaje.

Mi hermano falleció, luchando hasta el final, en desigual lid.

En los meses posteriores la sangre corrió a raudales, la represión fue tan feroz, que la falta de brazos imposibilitará la próxima campaña de siembra, ¿quien va a labrar los campos? Ni viudas quedan con vida para llorar...

Dudo que Egipto recupere jamás su luz.

Arsínoe IV, reina de Egipto.

domingo, 18 de julio de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Grecia 706 a.u.c. (48 a.d.C.)

A mi muy querida madre:

Te escribo desde Grecia, para que sepas que me hallo bien de salud, a pesar que la calamidad se ceba con nosotros en está campaña.

Hemos acampado en una ciudad llamada Gomphi, hostil a César, de ahí que haya sufrido el rigor del asedio y el pillaje.

Lo cierto madre es que llevamos varias jornadas de vergonzosa huida. Si, hemos mantenido con los pompeyanos una guerra de desgaste tan humillante y mal concebida que no podemos correr más, por ir pisándonos el amor propio.

La salida de Italia fue afortunada, las negras aguas del mar, el mar en invierno es tenebroso, parecía invitarnos a sumergirnos en la guarida de Neptuno y hallar allí la paz definitiva, cruzamos hasta el Épiro sin topar con la numerosa y fuerte escuadra enemiga. Tuvimos la fortuna de fondear en Apollonia, ciudad fiel a César.

Aunque a ojos de los pompeyanos, mostramos las águilas de siete legiones, nuestros efectivos se hallan mermados a la mitad. Campañas sin descanso, marchas sin reposo, enfermedades y fatigas consumen a los mas fuertes. Por doquier perdemos reclutas incapaces de seguir nuestra marcha.

Nada mas llegar acampamos en una orilla del río Apsos, en la otra nos aguardaban los pompeyanos, si pues ni repuestos de la sorpresa ni haciendo valer su elevado número se han decidido a medir sus armas con nosotros en campal batalla. Por el contrario nos han planteado una inútil y desalentadora guerra de desgaste, que incomprensiblemente César ha aceptado. Imagino que aguardaba los refuerzos que debían venir de Italia al mando del bravo Marco Antonio. Aunque todos dudábamos que la Fortuna sonriera al partido de César por segunda vez y Marco Antonio lograra salvar el férreo bloqueo marítimo.

Aquél invierno fue rudo en extremo, pasamos hambre y desesperación, cuando soplaba el viento, desde el campamento enemigo nos llegaban los aromas de sus cocinas, a ellos no les falta de nada, nosotros gozamos de una escasez... ¡Tuve de viajar a la civilizada Grecia para probar sus insípidas raíces!

Si al menos en alguna escaramuza nos hubiésemos podido desquitar... Pero nuestros enemigos se negaron en todo momento a venirse a las manos. Nada mas llegar, mientras fortificábamos nuestro campamento, Pompeyo hizo un amago de ataque, pero mientras sus tropas cruzaban el único puente sobre el río que nos separa, río de corriente caudalosa y riberas cortadas a pico, este se vino a bajo, tuvo numerosos heridos , los que consiguieron cruzar cayeron presos en nuestras manos y Pompeyo lo considero un mal augurio, de ahí que decidiera hibernar. Ellos también aguardan refuerzos, Escipión está de camino con el ejército de Siria, dos legiones, los restos del ejército del infausto Craso, muerto a manos de los partos. Las apuestas son si llegaran antes los de Siria o los nuestros desde Italia.

A finales del invierno Marco Antonio embarcó y arribo, ¡al fin!, la mala leche de los pompeyanos se ha dejado sentir en uno de los nuestros barcos. A causa del mal tiempo se extraviaron dos transportes, uno de ellos cargado de reclutas, avistado por el enemigo se rindió siendo todos masacrados, el otro cargado de veteranos ha conseguido arribar a puerto amigo. Tras numerosas vicisitudes e incertidumbres Marco Antonio consiguió unir sus fuerzas a las nuestras, ahora tenemos mayoría sobre Pompeyo y conocerá la fuerza de nuestra hambruna.

César decidió atacar Dirrachium, puerto natural, base naval de Pompeyo en Grecia, inexpugnable en la cima de una colina, bien amurallada, pero aquí estamos los conquistadores de las Galias. Rodeada de marismas, pantanos, terrenos insalubres y peligrosos, el mar por el frente, con numerosos barcos de guerra fondeados, sabemos que sus almacenes están repletos de suministros de todas clases, armas, municiones, ¡víveres!, ¡la caja del ejército!, no en vano los pompeyanos cuentan y dominan todos los dineros del estado, todos los fondos públicos de Roma.

Pompeyo se ha fortificado en las colinas próximas, de espaldas al mar desde donde es suministrado sin problemas por su flota. Los aliados le han suministrado tantos flecheros que nos impiden acercarnos a sus empalizadas para entablar la lucha. Uno de esos malditos flecheros tracios o cretenses, que sé yo, fue el causante de mi herida, ¡si pero no te preocupes, madre!, ya me he repuesto, fue un rasguño, bueno eso dijo el cirujano tras extraerme la punta y darme doce puntos. Casi me dolió mas la cura que la herida en si... Como decía el enemigo es abastecido a placer por su flota, nosotros siempre hambrientos, siempre mal abastecidos, el país es pobre en extremo, si mal subsisten sus pobladores, peor tropas extranjeras, para colmo nuestros destacamentos son permanentemente acosados por la numerosa y experimentada caballería de Labieno, ¡ese perro traidor! César no consiente se le insulte y menosprecie en su presencia, fueron amigos y compañeros de armas durante muchos años, uno enseñó al otro cuanto sabe del arte de la milicia y ¡así se lo paga, pasándose al enemigo! Nuestros apenas quinientos jinetes germanos poco pueden contra los siete mil caballos de que disponen ellos.

Todos los príncipes, sátrapas y reyezuelos de Oriente han enviado su aportación: infantes, jinetes, auxiliares y dinero, montones de dinero, no en vano sus allegados denominan a su líder "rey de reyes", ¡y eso que ellos pasan por ser el partido republicano!

Como te dije, Pompeyo no nos ofrece la posibilidad de una batalla campal, como mucho forma ante su empalizada y apenas nos acercamos nos vuelven la espalda y sus arqueros nos impiden el ataque.

El asedio a la ciudad tampoco produce resultados, Labieno con su caballería acosa nuestras líneas lo que ha obligado a fortificarse, da la sensación que sea la ciudadela la que nos sitia a nosotros.

César ha optado por encerrar a Pompeyo en su campamento, pero en esta ocasión no se trata de un bárbaro como aquel Vercingetórix y nuestros adversarios no son galos ignorantes y perezosos, estos no se limitan a insultarnos mientras cavamos los fosos y levantamos las empalizadas que intentan en vano circunvalar su campamento. Si digo bien, "en vano", pues luchar no sabemos como luchan, pero cavar, lo hacen tan bien como nosotros o mas, en efecto madre, tal y como nosotros cavamos los fosos que pretenden encerrarlos ellos cavan alargando sus trincheras y levantan muros frente a los nuestros. De ese modo los trabajos se alargan, para colmo sus salidas son cada vez mas sangrientas, es agotador, siempre hemos de estar sobre las armas... Recuerdo ante los muros de Avarico, mientras trabajábamos en aquella rampa, a pesar del frío y la lluvia, una legión siempre aguardaba con las armas a punto para refrenar las salidas de los defensores, aquí en cambio, manejamos el azadón con la armadura puesta y la espada al cinto, mal comidos y peor dormidos... Un día, el mas caluroso de aquel tórrido verano llegamos a trabar ¡seis combates en sitios diferentes a la vez! Hubieras disfrutado de ver como una sola cohorte se sostuvo, durante toda la mañana, en nuestras líneas haciendo frente a cuatro legiones y aun debieron recular ante la llegada de refuerzos. El propio César acudió espada en mano en nuestra ayuda, fue en ese lance que resulte herido...

Como ya te he dicho incluso la retaguardia se ha tenido que fortificar a causa del acoso de la caballería de Labieno, no tiene piedad con nuestros prisioneros y todos son ejecutados de la forma mas cruel ante nuestras posiciones.

Por fin hemos conseguido recluir en el cerco a Pompeyo, ahora le tenemos como a Vercingetórix en Alesia, totalmente rodeado, de espaldas al mar. Con un esfuerzo más hemos desviado el curso de los arroyos que le suministraban agua. Un agua de pésima calidad da este país, tanto en arroyos como en fuentes, ahora de su campamento un pestilente hedor nos habla de multitud de acémilas y caballos muertos de sed y por falta de forrajes, la escuadra a pesar de todo no da abasto a traer los suministros necesarios para hombres y bestias, su fin parece, parecía próximo, pues una noche han atacado un punto muy cercano a la playa y han conseguido romper el cerco. Valiéndose, sin duda, de la acción traidora de unos galos pasados al enemigo, han malogrado mas de cuatro meses de duros trabajos de asedio, tanto cavar y pelear para emprender una vergonzosa huida, si pues tras varios reveses César ha decidido rehuir el esquivo combate y marchar al Sur, en busca de regiones mas ricas donde nos sea menos penoso el abastecimiento, unas tropas mal alimentadas... Qué te voy a contar que no sepas padre... No tacharé la última frase, no tanto para que no veas un borrón como por... Os echo mucho de menos a los dos, madre, desde que... Se me nublan los ojos... Debo concluir mi relato, pues deseo que estas nuevas te lleguen, madre.

Hicimos escala en Apollonia, César tuvo a bien abonarnos la soldada, buena medida, pues la bolsa llena ayuda a mantener la disciplina. Tras asegurar la ciudad y el puerto con una considerable guarnición y dejar heridos y enfermos a buen recaudo, proseguimos la marcha hacia la Tesalia, país mas rico... Si madre, aunque convaleciente he preferido marchar con las tropas a permanecer acuartelado con los heridos. No por miedo a un ataque pompeyano, ¡han sido incapaces de perseguirnos!, como lo oyes. A través de tortuosos senderos hemos cruzado las montañas, cada vez mas lejos de la costa y por tanto de esa escuadra enemiga que nos arruina la salud, e impide reforzar. Las buenas noticias son que a través de Illiria vienen dos legiones al mando de Quinto Cornificio y en Tesalia se nos han unido otras dos legiones al mando de Domicio Calvino.

Hasta ahora hemos evitado las ciudades grandes, todas simpatizan con la causa pompeyana, pero Gomphi nos cerró sus puertas y lo ha pagado muy caro, tras un breve asedio, el mas brutal de los saqueos ha caído sobre sus cabezas, desgraciados ellos han pagado todas nuestras penurias de meses atrás.

César va a enviar un nuevo correo a Italia, reclamando refuerzos, aprovecharé para hacerte llegar la presente.

Recibe un fuerte abrazo.

Marco

domingo, 11 de julio de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Italia 705 a.u.c. (49 a.d.C.)

Si, madre a riesgo de contrariarte, sé que censurarías agriamente mi decisión, he cruzado el Rubicón con mis tropas.

Los tribunos de la Plebe fueron agredidos, escaparon de milagro con vida, aunque su cargo les otorga inviolabilidad... Aunque no te tengo delante, estoy viendo esa mirada tan cargada de reprobación que me exaspera y sin embargo tienes razón.

Marco Antonio y Quinto Casio se han refugiado en mi campamento y ahora marcho camino de Roma con apenas dos cohortes. Si, las legiones me siguen a marchas forzadas pero estoy tan seguro que las ciudades se abrirán a mi paso que no temo un enfrentamiento cruento.

La XIII inverna en la Cisalpina, unos destacamentos de dicha legión han cruzado el Rubicón, y he mandado llamar a la VIII y XII.

He enviado a Marco Antonio por la Emilia Casia, y yo bajo por la Pompilia Flaminia desde Rávena.

Si tuviera la oportunidad de reunirme con Pompeyo, estoy convencido de alcanzar un acuerdo que evitara esta guerra. Ya conoces a ese hombre, un general de mediana capacidad, de talento vulgar y de escaso valor. La Suerte ese demonio pérfido, lo ha colmado de sus constantes favores durante treinta años. Empresas tan fáciles como brillantes, laureles plantados por otros y por él solo recogidos, todo le ha sido dado, todo, hasta el poder supremo, puesto en realidad en sus manos únicamente para suministrar el mas escandaloso ejemplo de falsa grandeza que registran los anales...

No me cabe en la cabeza, madre, de nuevo los hijos de Roma, destrozándonos en una guerra civil, ¿acaso nadie recuerda los desmanes de Sila?

Mis agentes en Roma me informaron de las causas preparadas contra mi persona, en cuanto hubiese concluido mi proconsulado mis enemigos me habrían juzgado y condenado, por cualquier causa o crimen, cometido bajo mi mandato. La única forma de evitar esa infamia era ser elegido inmediatamente cónsul, pero Pompeyo, mi amado yerno intrigó con Catón y esa caterva de reaccionarios para obligarme presentarme a las elecciones, anularon el decreto que me eximía de la asistencia y anularon la concesión de la ciudadanía romana a mis colonias. Algo inaudito. ¿Cómo pretenden que licencie mi ejército y me presente en Roma, libremente a las elecciones, sin temer por mi persona?

El pasado siete de enero el Senado aprobó el decreto por el cual se faculta a los cónsules para que tomen las medidas oportunas que aseguren la seguridad de la República. Esto significa la guerra, madre. Te prometo hacer cuanto este en mi mano por evitar el derramamiento de sangre.

De los míos tan solo Labieno, el visceral Labieno, se ha pasado al otro bando. Labieno, siempre celoso, excelente militar, aunque envidioso nunca dudé de su lealtad. Todos me advirtieron de las intrigas, conspiraciones y conjuras, ¿qué podía hacer yo sino confiar que mi fiel lugarteniente no sucumbiera a los falaces cantos de sirena pompeyanos...

Debo decir en su favor que le debo la vida, me salvo en la batalla del río Sambra contra los nervios.

Estábamos acampando, cuando fuimos atacados de improviso, apenas mis hombres tuvieron tiempo de cambiar el azadón por la espada, muchos combatían con la cabeza descubierta y peleaban allí donde se hallaran. La bravura del enemigo nos intimidaba sin impresionarnos, Labieno en un alarde de coraje contraatacó por la izquierda y los puso en fuga, persiguiéndolos mas allá del río. En el centro también fue rechazado el enemigo cuesta abajo causándoles grave daño, pero en el ala derecha, donde me hallaba, fue arrollada por los nervios, debido a su elevado número. Los aliados galos que debían ayudarnos, huyen a rienda suelta viendo a César rodeado y superado. Armado de escudo corrí espada en ristre a primera línea, mis hombres hombro con hombro, siguen mi ejemplo y no tardamos en contener a la marea enemiga. Enterado Labieno de mis apuros, no dudó en enviarnos a la X legión, la cual atacó por la retaguardia enemiga. Los nervios, lucharon con igual denuedo al verse perdidos que cuando se creían vencedores, pisando los cadáveres de los suyos se dejaron acuchillar hasta el último.

Toda esta perorata es para demostrarte que en algún momento, si no afecto, Labieno me profesó lealtad y como buen militar nada puedo reprocharle. De ahí que haya enviado su equipaje y sueldo a su casa en Roma. Si decidiera volver a mi lado, le acogería con afecto e indulgencia.

No pretendo alcanzar con estas hostilidades ningún privilegio u honor al que no sea acreedor. He conquistado las Galias y pacificado las tribus belgas a mayor gloria de la República y tan solo espero que se reconozca el esfuerzo en vidas y recursos.

Alguien afirma haberme oído pronunciar los versos de Eurípides: “si hay derecho que violar, violadlo para reinar, pero respetad las demás cosas”. Esas palabras las dijo el poeta, no yo.

Con cariño tu hijo, Cayo

domingo, 4 de julio de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Roma 704 a.u.c. (50 a.d.C.)

A Cayo Julio César, procónsul de Roma:

Sabes de sobra que lo mío es la acción, la lucha... Llevo en la carrera militar toda la vida, y a tus ordenes buena parte de ella. De ahí que me resulte en extremo farragoso el momento de coger la pluma... Si, pues he creído conveniente redactar yo mismo lo que tengo que decirte, en vez de dictarlo a otro.

No abrigo la mínima intención de descargo o exculpación de mi conducta, he obrado en conciencia. Nunca he soportado ni consentido la deserción, mucho menos la traición. Sé que los que se han quedado contigo me habrán denigrado con esos calificativos, apelo a tu buen juicio, ni he desertado ni ha sido la vil traición lo que me ha movido a cambiar de bando en la guerra que se avecina y que tan solo tu desmesurada ambición, César, va a provocar.

En todos estos años, en que hemos luchado codo con codo, me has distinguido con tu confianza, nos hemos visto, tanto tú como yo, en lances difíciles y ambos nos hemos salvado la vida en diferentes ocasiones, pero esa confianza se ha limitado siempre al terreno profesional de la milicia... Nunca me has otorgado tu amistad, jamás he contado con tu estima personal... En cambio te has volcado en tipos como ese Marco Antonio; nunca sabes en el suelo de qué taberna amanecerá empapado en sus vómitos de beodo, o en qué lupanar se oculta de los acreedores; por no citar a tramposos e intrigantes como Balbo o Cayo Opio... Mientras yo, todos nosotros, me jugaba la vida para acrecentar tu gloria y hacienda, tú fiabas en esos individuos dueños de tu amistad, deudos de tu confianza y estima, a quien encomendabas tus asuntos, incluso los privados, en Roma, sin saber nunca en que garito, rodeado de tahúres y fulleros, se embriagaban.

Pronunciaste despectivos comentarios cuando llegaron a ti las murmuraciones de la soldadesca, por el frustrado asesinato de Commio. La muerte del rey de los atrebates era necesaria para la política de alianzas de Roma y la pacificación de las Galias. En vez de apoyarme fomentaste mi ridículo entre los soldados.

Me otorgaste el gobierno de la Galia Cisalpina, obligación impuesta, no una prueba de amistad o confianza personal.

Espero que entiendas y valores mi determinación de pasarme al bando de Pompeyo como una decisión política y no personal.

Tito Labieno.

domingo, 27 de junio de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

La Galia, 702 a.u.c. (52 a.d.C.)

Mi muy querido Orencio:

Tuviste que morirte, tuviste que dejarme abandonado, solo, sin guia... Ahora he vuelto, hemos vuelto a Gergovia, para honrar vuestra muerte y ofreceros la justa venganza. Por si no era suficiente el ansia de desquite, llegamos un día de mercado y la sensación de normalidad, aquí no ha pasado nada, en los rostros de las gentes nos acabó de enfurecer.

Resulta extraño ver como se mantienen intactas las obras de asedio, tan solo la maleza cubre los fosos y algunas hierbas trepan por tapias y empalizadas.

La mayoría de la población, mujeres y niños, pocos ancianos, deambulan chillando y regateando con los escasos vendedores y su paupérrima aunque carísima oferta, ignoran nuestra llegada y su desprecio y falta de prudencia es irritante. Nos enoja que no nos teman... La mayoría de guerreros andan escondidos tras lo de Alesia, tan solo los heridos han regresado en busca de alivio a sus males.

Te habría gustado estar en Alesia, ha sido una buena campaña, muchos, los mejores han caído, pero cada uno se ha llevado, lo menos, a tres galos por delante... Claro que teníamos para escoger, no te imaginas la multitud que acudió a Alesia contra nosotros...

Fue una buena batalla, César se ha lucido, que te contaré que no sepas, todo el mérito ha sido de los ingenieros, claro. Cavamos un doble cerco, como lo oyes, cercamos la ciudad para luego encerrarnos a nosotros mismos, si esos galos hubiesen tenido un mínimo de sentido común en vez de atacar nos hubieran rodeado y aguardado a que muriésemos de hambre, que poco faltó.

Tras la redición, si finalmente aquel galo tan joven, ¿recuerdas que nos extrañaba que apenas un muchacho hubiese obtenido el liderazgo de la nación celta?, pues se rindió a cambio de la clemencia de César para con su gente. César otorgó su gracia, pero tan solo de forma nominal, los germanos, esos bárbaros, disfrutan persiguiendo, acosando y exterminando a cuantos infelices se dejan ver, no entienden de piedad ni clemencia con el vencido. Corren la campiña en busca de “enemigos emboscados” y no son pocas las cabezas que cada día cuelgan de las cinchas de sus cabalgaduras, no distinguen entre guerreros huidos de la batalla o arruinados campesinos e igual los cazan.

César ha decidido invernar en Bribacte; las cosas en Roma andan de mal en peor, todo el mundo habla de una nueva guerra en vez de pensar en nuestra licencia, pero eso es otro tema; como decía vamos camino de Bribacte, sí la ciudad donde se ungió a Vercingetórix como líder de la revuelta y nuestro tribuno ha creído necesario efectuar un leve desvío en el camino para “ajustar cuentas” en Gergovia, cabe decir que todos lo estábamos deseando...

Esto no lo relatarán las crónicas, hemos acampado a los pies de las murallas, apenas supieron nuestra llegada abrieron las puertas ofreciendo la villa, bienes y personas a la benevolencia de César. Pronto advirtieron que el perdón de Roma tan solo es nominal, mientras todos los habitantes desfilan ante el cautivo los germanos entraban en las casas y arrastras sacaban a los heridos a la calle para rematarlos. El tribuno ordenó que setenta y seis, uno por cada centurión caído aquí, primogénitos de gentes principales vinieran a nuestro campamento, ellos creyeron que como rehenes y cuando los comenzamos a degollar huyeron en todas direcciones, pocos escaparon a la justicia, a la venganza...

El galo podía verlo todo desde el carro jaula en el que viajaba cargado de cadenas, y dicen que en algún momento le oyeron llorar, yo no le vi.

Un, real o inventado, conato de rebelión ha bastado para que al grito de Vae victis, entremos en Gergovia a saco, hemos saqueado, violado, asesinado y dejado, en fin, amargo recuerdo, mas por desquite que por ansia de mas riquezas... Futuras generaciones lo pensaran bien antes de alzarse en armas contra Roma...

Muchos opinamos que Gergovia debería arder hasta los cimientos, no fueron capaces de daros tierra y el fuego es lo único que puede mitigar el dolor de saber vuestros nobles cuerpos arrojados al muladar.

Moristeis luchando como bravos y esos galos, siempre presumiendo del respeto por el valor del adversario, no lo supieron apreciar.

Orencio, que la tierra te sea leve.

Marco

domingo, 20 de junio de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

La Galia 702 a.u.c. (52 a.d.C.)

Querida Madre:

Hemos vencido, tras insufribles trabajos y penalidades hemos vencido. En el momento culminante de la batalla un cuervo, el cuervo de Berserkers, un loco germano que ha criado un cuervo desde polluelo. Sobrevoló nuestra posición y con sus graznidos supimos que el propio César acudía en nuestra ayuda. Los enemigos atemorizados por el mal agüero del pájaro recularon y nuestra ha sido la victoria.

Algunos tribunos parten hacia la Provincia con la multitud de enfermos y heridos de esta larga campaña y aprovecho para hacerte llegar ¡dos esclavos! Como recompensa a la dureza de la batalla César nos ha otorgado un prisionero a cada uno, mas el derecho a pillaje de la ciudad enemiga. Se llama, llamaba, Alesia y ahora no es mas que un montón de cenizas. ¡Qué se enteren todos aquellos que osan desafiar la ley de Roma y la autoridad de César!

Padre me ha permitido que también te envíe el suyo. Son hombres fuertes y sanos, trabajarán con ahínco si les sabes mostrar quien manda. También te mando treinta denarios.

La victoria ha sido total y contundente, hemos capturado al jefe de la rebelión, uno que se llamaba “rey de cien reyes” a si mismo. Visto de cerca no es el fiero guerrero que imaginábamos, debe tener poco mas o menos mi edad o poco mas.

Llegó seguido de numeroso séquito, descabalgó y sin una palabra se plantó ante César. Los suyos le rodeaban a distancia, mirándole fijamente unos con desprecio otros con indiferencia, dando a entender quien era el responsable, el culpable. Nadie le ayudo a despojarse de la armadura, o le presentó a César. Él tampoco dijo nada, entre un compañero y yo le desarmamos y sin violentarle le pusimos de rodillas. Ayudé a padre a encadenarle y en ningún momento profirió explicación, suplica o petición. Sus compinches fueron decapitados e imagino que él aguardaba semejante final, pero en vez de eso le metimos en una jaula para exponerle a publica vergüenza y he oído que César desea exhibirlo en su Triunfo.

Pronto nos van a licenciar y cobraremos las recompensas prometidas. Confío abrazarte pronto.

Con cariño, tu hijo Marco.

domingo, 13 de junio de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Cárcel Mamertina, Roma 708 a.u.c. (46 a.d.C.)

Divina señora:

César despreció el sentido de mi rendición. Entre los pueblos galos es un honor la muerte en combate, no así en cautiverio, nada mas indigno que la vergüenza del patíbulo.

Montado en mi caballo, vistiendo mis mejores armas y galas, salí de Alesia, ¡Alesia, Alesia!, lo que pudo ser y no fue... Me dirigí hacia el campamento romano donde ondeaba el estandarte de César, allí me esperaba él, orlado de escarlata, coronado de laurel, en pie sobre un atrio. Sobre mí las miradas de los miles de soldados que tan fieramente me habían combatido. A pesar de la multitud, ni una voz, ni un suspiro, tan solo las miradas de hielo, miradas de hiel...

Dije a César, con mi persona te entrego las tierras, las gentes y sus bienes materiales, adminístralos con justicia. Te obligas por este acto a conservar nuestra forma de vida, nuestra cultura, nuestras leyes y fueros. Nuestro espíritu, nuestros dioses, héroes ancestrales, creencias y tradiciones deben prevalecer sobre la imposición de los vuestros, así debe ser.

Pero en vez de aceptar y respetar los dones que yo le entregaba con mi sacrificio, sin duda César es incapaz de asumir tal responsabilidad o sea inmune a la clemencia y la buena voluntad, interpretó todo eso como simple superchería. Me encadenó como a un perro y me encerró en una jaula, para que todos pudieran verme, vencido.

La venganza de Roma, de César, ha sido de tal magnitud, tan elevada la cuantía de los tributos que agobian a mi gente que dudo que algún día recuperemos la prosperidad de mis antepasados.

Divina Cleopatra, ¿dónde te hallas, que me has olvidado?

Vercingetórix.

domingo, 6 de junio de 2010

MIS RAZONES PARA ESCRIBIR

El mes pasado mi editorial EQUIPO SIRIUS, que tan magnífica labor está desarrollando en la Feria del Libro de Madrid, con la divulgación del e-book, nos encomendó a sus autores la tarea e explicar las razones, caso de haberlas, que nos movían a emborronar páginas.
En el Blog de la editorial LO QUE HAY QUE LEER, podéis leer las publicadas hasta ahora. A continuación os cuento las mías:

Afirma el sabio que en este país se lee poco porque todo el mundo anda escribiendo una novela, en muchos casos “la novela”. Pero lo paradójico resulta que los que escribimos somos precisamente los que más leemos, luego no se explica la escasa venta de libros. Yerra sin duda el sabio.

No carece de interés y relevancia la cuestión de ¿por qué escribir? Alguna vez me lo han planteado, ¿y por qué haces eso, para pasar el rato?, y no sé que me ha causado más estupor si la pregunta o la expresión de extrañeza; como si fuese más normal emborracharse todos los sábados o correr cien kilómetros en bicicleta un domingo por la mañana. Todas las historias, todas las tramas, ya han sido contadas. El primer Cromagnon que enguarró las paredes de su cueva con dibujos y pinturas preparaba el escenario donde iba a relatar a sus convecinos una bonita novela para entretener sus temores nocturnos.

La primera vez que uno se pone a hilar frases lo hace empujado por una idea, en ocasiones apenas un germen; tal y como va llenando páginas es asombroso como la historia toma forma y las mas de las veces escapa incluso a la voluntad del autor. La sorpresa alcanza el ¡oh! cuando el final previsto encaja perfectamente cumpliendo aquella máxima expresada por Chéjof, creo recordar: “El clavo que aparece en la primera escena ha de servir para que el protagonista se cuelgue de él al final de la obra”.

Casi inmediatamente, ciego de engreimiento, el autor comienza a trabajar en una segunda novela convencido que el mundo acaba de hallar al próximo premio Planeta. Este segundo relato mucho más elaborado, menos impulsivo, más artificioso, siempre a la busca de la pretenciosa originalidad, del sinónimo mas culto, coincide con la recepción de los primeros rechazos editoriales. No es la humildad una virtud propia de la idiosincrasia humana, somos arrogantes por naturaleza, por algo fuimos creados a imagen y semejanza del Gran Soberbio, y el penoso peregrinaje del novel por el laberinto de editoriales grandes y pequeñas… Pero de eso hablaremos otro día. El ingrato trato del novel con las editoriales significa una merma en la autoestima, en ocasiones ya devaluada de por sí, pero también es una cura contra el narcisismo, la egolatría y cierto onanismo creador. La cuestión es que si uno logra obviar y/o comprender el aluvión de rechazos y consigue soslayar la trampa de la autoedición, a partir de ese momento comenzará a escribir por la única razón, o al menos la principal, por el puro y simple placer de contar una historia.

Porque a eso se reduce todo finalmente, tras superar los problemas con la pareja, es decir que ella se adapté a tus necesidades; disfrutar de la documentación de la historia tanto como de su desarrollo; empezar a reírte de la oportunidad perdida por esa editorial que te rechaza el original, es cuando empiezas a disfrutar con la escritura. Y te ves de nuevo ante la pared pintarrajeada con escenas de caza y las gentes de tu clan sentadas alrededor del fuego atentas a tu historia de héroes y villanos.

domingo, 30 de mayo de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Sitio de Alesia 702 a.u.c. (52 a.d.C.)

Mi muy querida Cornelia:

Si desde Avarico te mencionaba el honor y tremendo valor de las mujeres celtas, capaces de jugarse la vida y anteponer la de sus propios hijos por defender la honra de sus esposos; un guerrero celta deshonrado queda relegado socialmente, peor que muerto, su ausencia se celebra con la mas absoluta indiferencia; aquí en Alesia están demostrando con su abnegación y sacrificio que son los combatientes mas peligrosos a los que hemos de hacer frente. Ellas traen al mundo a nuestros futuros enemigos, con ellas, dotadas de una tenacidad a prueba, no puede la coraza ni el filo de la espada. Por fortuna para Roma, para nosotros, sus esposos ignoran tales cualidades lo cual además de frustrante, indigna.

El asedio a Alesia dura ya casi un mes y sin duda tan escasos de provisiones como nosotros; los auxilios que esperan se demoran de forma vergonzante; han optado por expulsar a sus ancianos, mujeres e hijos de la ciudad sin agua ni alimentos.

!Cretinos!, recuerdo el elevado numero de bajas que nos causaron siempre, tan solo las mujeres: en Avarico aportaban a los defensores tal cantidad de flechas, piedras, jabalinas y haces de leña, que en ocasiones impedían su acción. En Gergovia, apedreaban a mis hombres con tal saña que en mas de una ocasión hubieron de recular.

Algunas, las mas jóvenes, las mas afortunadas, han sucumbido pronto. Imagino su aflicción al sentir como la muerte arrebataba la vida del tierno retoño acurrucado entre sus brazos.

Tentado he estado de acogerlas en nuestros campamentos, pocas se han acercado a la empalizada suplicando ser recibidas, incluso como siervas, pero la vida de mis hombres es prioritaria, las vituallas escasean y son para los mios.

Con esos hombres tendré la misma piedad que ellos han tenido con sus mujeres y mayores, ninguna...

Acaba de entrar mi tribuno y la sombría expresión de su rostro me indica que los refuerzos enemigos han llegado.

Querida Cornelia, cuanto te hecho de menos

Cayo Julio

domingo, 23 de mayo de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Roma 702 a.u.c. (52 a.d.C.)

A mi querido amigo y compañero:

Deseo tu buena salud, aunque he sabido del serio revés sufrido a manos de los galos en ese sitio llamado Gergovia. Espero que nada comparable al desastre de Craso ante los partos.

Me informan que te retiras hacia la Provincia no te quepa duda que desde la Hispania te haré llegar cuanta ayuda necesites para vencer en la lucha que tienes contraída con esos rebeldes a la autoridad de Roma. Pide cuanto necesites.

No obstante reitero el llamamiento que te hacía en mi última a fin de que retornes a Roma.

Cuando tus armas están melladas y el ardor decae, tu fuerza exhausta y el tesoro gastado o perdido... es el momento de licenciar a la tropa y regresar a casa.

Son muchos, y de tu interés ,los asuntos que te reclaman aquí.

Tu socio

Pompeyo Magno

domingo, 16 de mayo de 2010

ALESIA, novela histórica epistolar

Cárcel Mamertita, Roma 708 a.u.c. (46 a.d.C.)

Divina Isis:

En la capital de mi país tuvimos a César atrapado. Baste decir que conseguimos desarmarle y durante mucho tiempo la espada de César, honró como ofrenda uno de nuestros templos. El cerco alrededor de Gergovia a punto estuvo de estrangularle. Pero las ambiciones de unos pocos, malograron la suerte de todos.

Poco nos costó sobornar al nuevo magistrado de los eduos Convictolitán, nombrado por César. Buscó a Litavico un caballero de ilustre familia y gran ascendente entre nuestro pueblo, con quien repartió el soborno, sin duda ese despreciable eduo sentía sobre sus espaldas el excesivo peso de la responsabilidad de arrastrar a su pueblo a la rebelión. La indecisión de los eduos es lo único que se interponía entre Roma y la libertad de la Galia.

Ambos deciden que Litavico se pusiera al frente de los diez mil hombres exigidos por César para el asedio de Gergovia donde teníamos rodeados y apunto de ceder a las dos legiones abandonadas por César. A media jornada de camino, antes de llegar, Litavico amotinó a la tropa edua, robaron el trigo y demás vituallas y asesinan a los romanos que las custodian.

Otro traidor Epoderix avisa a César de lo sucedido, pero cuando éste quiere reaccionar, Litavico llega a Gergovia donde nos comunica lo sucedido. Privados del trigo de nuevo el hambre se enseñorea entre las filas invasoras.

El poder de Roma se extingue por momentos.

Litavico mandó aviso a Convictolitán y los eduos, ¡al fin!, se van a rebelar. Temiéndose lo peor, César envió a Epoderix y Viridomaro con promesas y nuevos tratados a fin de apaciguar los ánimos y malograr las ansias rebeldes de los eduos, sabe que sin esta poderosa nación está perdido.

Cuando estos personajes llegaron a su capital Novioduno, supieron que todos, Litavico, Convictolitán, el senado eduo al completo estaban en Bribacte, donde yo sería reconocido como jefe por todos, a pesar de la oposición inicial de los eduos. Conscientes de su poder y del tremendo tirón que tendrá su decisión sobre el resto de pueblos indecisos pretender liderar la rebelión, pero finalmente mi candidatura se impuso y fui consagrado por la Asamblea de Hombres Libres.

Si, fui elegido y reconocido. En los ojos de los oligarcas podía ver la traición apunto de cegarles. Sabía que a la menor ocasión me dejarían en la estacada, los nobles que me juraban lealtad me eran mas dañinos que los mismos invasores. Pero yo contaba con las gentes sencillas, ellos una vez lograda la victoria, me ensalzarían al trono de mis antepasados. Primero expulsaríamos a los invasores y luego ajustaríamos las cuentas a los oligarcas corruptos. Ellos favorecieron la invasión, vendiendo tierras a los terratenientes romanos. Estos las arrendaron y los colonos las roturaron. Luego llegaron los campamentos militares y las vías romanas.

He sabido que César afirmó en una ocasión: “la victoria puede depender mas de la capacidad de uno para modificar rápidamente sus planes que de la virtud de los propios planes”. Y a fe mía que es lo que hizo en Gergovia. Conocedor de la traición edua y de la comprometida situación de sus hombres ante Gergovia, de sitiadores a sitiados, se lanzó al camino a marchas forzadas y regresó tan deprisa que por el camino topó con las fuerzas de caballería de los eduos que venían a unirse a nuestra causa. Los dirigentes citados con sus clientes y partidarios huyeron a refugiarse tras los muros de Gergovia, pero gran parte de los jinetes quedaron con César, temiendo por las posibles represalias contra sus familias.

Tras el descalabró de César, hubo de levantar el sitio ante los muros y la determinación de mis paisanos en Gergovia, Litavico marcha a Bribacte, donde subleva a los eduos, valiéndose de los despojos romanos que muestra ensangrentados. Por supuesto calló que las armaduras del centenar de centuriones abatidos en las puertas de mi capital fue por los hierros arvernos y no eduos. Denuncia la decisión de la Asamblea y se proclama líder de la revuelta. Tuvo la desfachatez de enviarme emisarios con propuestas de alianza, ¿puedes creerlo?

Todos los oligarcas son de similar calaña a los citados, se valen de Roma para alzarse con el poder y luego traicionan los tratados. Las consecuencias las sufre el pueblo, asesinatos, deportaciones en masa, los campos quemados una y otra vez, mujeres y niños violentados, esclavizados y cuando la situación amenaza a las propias haciendas esos mismos oligarcas pactan la paz, convirtiéndose a los ojos del pueblo en paladines invictos, en patriotas amantes de la concordia.

Si Litavico hubiese atacado a César, en el camino, cuando le acompañaban a Gergovia, hubiésemos vencido pues dividir sus fuerzas fue un error. Pero no pretendía tanto acabar con el invasor como erigirse en campeón de la causa.

En su capital Novioduno, Epoderix y Viridomaro enterados de la ascensión de su paladín llaman a la rebelión, matan a cuantos romanos hallan, roban sus vituallas y tras incendiar la ciudad por verse incapaces de defenderla, llevan a los rehenes de la Galia que allí retenía César a Bribacte donde los pusieron a disposición de su magistrado, cuando debían habérmelos entrado a mi.

Debo concluir la carta por falta de espacio, mi carcelero me racanea los útiles de escritura. Y me han quitado la manta.

Divina Cleopatra, hace mucho que no tengo noticias tuyas y la sensación de abandono vuelve a conminar mi ánimo. Achaco tu desatención al deseo de salvaguardar la seguridad de tu hijo. Causa loable. Ya me advirtió Sosígenes la perentoria necesidad de interrumpir esta relación epistolar, que tan solo puede beneficiar a los enemigos del padre de tu hijo, a fin de cuentas, los tuyos también.

Tan solo deseo satisfacer los deseos de César, es decir morir. Te imploro eleves mi súplica y me sea permitido morir en la arena combatiendo por la honra de mi alma.

Que los dioses te sean favorables, Nueva Isis

Vercingetórix